n la sesión de este día, algunos diputados pronuncian discursos discriminatorios y hasta niegan el carácter humano a los nativos fueguinos. Estas declaraciones no son gratuitas, dado que se hicieron públicas en momentos que el exterminio de los selknam estaba en su apogeo y la denominada campaña del desierto consolidaba el despojo de sus tierras a los nativos patagónicos.
“El propio Lucio V. Mansilla, quien supo destacarse en ocasiones por su reflexividad y por su capacidad de transgresión intelectual, afirmó (…) que ‘los indios de la Tierra del Fuego no hablan ninguna lengua humana’. La intervención de Mansilla se dirigía a apoyar la continuidad de la misión anglicana” (Diana Lenton autora del prólogo de Fueguinos en el Museo de La Plata: 112 años de ignominia).
En la misma sesión, “el diputado Olmedo intervino para apoyar al proyecto, con estas palabras: ‘Es preferible al fueguino bárbaro, carnicero, violento, en fin, al hombre primitivo, este fueguino domesticado, trabajador y (…) que se incorpora a una civilización conocida, que es la nuestra. No hay dos civilizaciones en este sentido en el mundo”.
A estos discursos se sumó Amancio Alcorta, ministro de Relaciones Exteriores y Culto: “Y en la Tierra del Fuego se produce este hecho: que estas tribus no tienen dónde estar, no tienen dónde vivir; porque son perseguidos por los pobladores que han llegado a ofrecer una libra esterlina por cada indio que se matara, según informes verbales allí recibidos (…) Se hace, pues, indispensable que alguien reúna esos indios (…) Abusos… yo sé que en aquellos territorios se habla…, sé, y nadie puede ignorar, que entre los hombres hay buenos y malos; y que el sacerdote puede ser moral o no; pero de esa regla no se puede ir hasta hacer desaparecer instituciones que prestan verdaderos beneficios (…) creo más: que debería encargarse a esas misiones que recojan a todos los indios en sus asilos”.
Lenton concluyó que “en este marco ideológico, en el que los pueblos fueguinos son tratados como resabios de otros tiempos pre-humanos, y para quienes la única política posible parece ser el asistir a su extinción…”.
También consideró que “el único reflejo humanitario del Estado y de las Iglesias presentes en la isla fue el de atraer y concentrar a las familias que, desesperadas, huían del ataque salvaje del capital asociado al estado policial” (op.cit.).
