lrededor de esta fecha, el catalán Bartolomé Soler termina de escribir ‘Karú Kinká’. El libro está inspirado en su experiencia en el campo fueguino, que, según sus expresiones, lo marcó desde su partida y lo añoró mientras vivió.
El crítico literario Manuel Alvar consideró que “Karú-Kinká es la historia, riquísima en tipos y accidentes de la colonización de la Tierra del Fuego. Allí, acaballados siempre sobre dos fronteras (la del bien y la del mal, la de la generosidad y la de la codicia, la del amor y la del odio) viven buscadores o estancieros, comerciantes o marinos, blancos de todas las sangres o indios patagones (...) la narración es el canto ambicioso de una empresa gigantesca en la que los hombres -como trigo en sembradura- van dejando su sangre en los eriazos o sus carnes entre los troncos…” (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
Alvar calificó la obra de un “canto épico en el que los colonizadores van ganando palmo a palmo la tierra de conquista y en el que los indios -a fuerza de sangre- hacen amar el terruño que adquieren. Como en una tragedia antigua, la voz de la estirpe resuena en los lamentos del coro, la india Yompsen, superviviente de un crimen atroz, cuyo destino es inculcar a Onson, su nietecillo, el odio a los ladrones de tierra, y como en una tragedia antigua, en camino la venganza, la vida sobra a quien sólo vivió con la espera del tibio fulgor de la sangre. Estos son los dos elementos que componen la novela: la historia de Mackenzie y MacLennan, narrada en su plenitud humana, con enmarañamientos y vinculaciones; la codicia de la venganza, ensordinada la voz, de una tragedia que bordonea el fondo de una abigarrada multitud de gentes. Todo ensartado por la maestría de narrador que -desde los tiempos de Marcos Villorí- acredita a Bartolomé Soler. En el fondo, pienso en Frank Norris (The Wave) o Jack London (The Sea-Wolf), entre muchas novelas”.
Soler vivió en Punta Arenas y trabajo para Menéndez Behety. Siempre quiso conocer Tierra del Fuego y logró su traslado a La Despedida, un puesto de la estancia Primera Argentina.
En 1917 volvió a su país, donde se desempeñó como actor y logró cierto renombre en España, Portugal y Argentina, adonde regresó en los años treinta.
La novela ‘Marcos Villarí’ se convirtió en su primer éxito literario. Luego publicó: Entre dos mujeres, La llanura muerta, Patapalo, Los muertos no cuentan, entre otros.
