ste día, Primavera Acuña de Mones Ruiz, a bordo del transporte ‘Ushuaia’, deja testimonio escrito de lo observado en la costa atlántica fueguina.
Durante esa tarde, “cuyo crepúsculo se prolongó hasta media noche, el buque navegó próximo a la costa. Los cerros y morros anunciaban las ondulaciones de la meseta de Orozco. Auxiliados con las cartas, ubicábamos, a medida que avanzábamos, las manchas amarillentas, correspondientes a los Cabos San Pablo, Irigoyen, Leticia, y el casco hundido del buque ‘Duquesa de Albania’. Los cerros tres hermanos, de 380, 510, y 420 metros, se distinguen al fondo de las caletas Policarpo y Falsa, las cuales son peligrosas por las restingas y cachiyuyos que ofrecen. Sólo varan en ellas buques de poco calado, cuando tienen que realizar operaciones de desembarco” (Adrián G. de Antueno Berisso. Del arpón al palangre).
Luego describe las actividades productivas que realizaba la tripulación del navío: “El cargamento de sal, destinado a la conservación de cueros de lobos, llegaba a su destino y debía ser transportado a la costa, por las lanchas y chatas de desembarco. El trabajo fue rudo y fatigoso; el frío entumecía las manos, y las ráfagas heladas cortaban el rostro. No obstante, los marineros están alegres; cantan o silban y sonríen al verme entre ellos dirigiéndoles una palabra amistosa. A través de los parlantes se escuchan marchas o motivos de música popular…”
La autora aseveró que en Ushuaia nadie se dedicaba a la actividad lobera. En ese sentido, refleja que “el señor Beban asegura que en cierta oportunidad vio, sobre la playa de la isla Gable, en el paso Mac Kinley, una manada de más de 30.000 lobos marinos. Por tal motivo, afirman, el lobo marino es un enemigo de la industria pesquera”.
Recordó que, “en las costas del Canal Beagle, años atrás abundaban las sardinas, pescadillas y merluzas, las que traídas por la marea quedaban muertas en las playas en cantidades considerables. La disminución de éstas y otras especies, afirmase que se debe en parte a voracidad del lobo marino”.
Sobre el aprovechamiento del lobo marino, además del cuero, “que constituye un importante renglón en la industria peletera, se aprovecha el aceite como lubricante para el mismo curtido de las pieles y la terapéutica le atribuye propiedades medicinales semejantes al aceite de bacalao” (op.cit.).
