Dabbene impactado por las ballenas al sur de la isla Hoste
EL 10 DE FEBRERO DE 1902

Dabbene impactado por las ballenas al sur de la isla Hoste

10/02/2023
E

n el diario de la expedición, este día, el ornitólogo italiano Roberto Dabbene escribe sobre su partida de Lapataia rumbo a la misión anglicana de Tekenika. En el trayecto, al dejar atrás Hoste, se distingue la isla Packsaddlle, “así llamada por la semejanza a una silla que presenta una cresta de montaña. Al Oeste se abre un profundo fiordo formado por una rasgadura, como se observan muchos en la isla de Hoste” (Roberto Dabbene. Un viaje a la Tierra del Fuego).

Al llegar a ese punto, soplaba una “brisa que hace apenas encrespar las aguas del mar. Las ballenas son aquí numerosas y a cada momento se ve alguno de estos cetáceos, cuyo modo de mostrarse es siempre el mismo: primero se ve aparecer en la superficie del agua la masa negra que forma la cabeza, al mismo tiempo que dos columnas de agua se elevan a gran altura; después desaparece la cabeza y en un movimiento de rotación que ejerce el animal sobre sí mismo se muestra el dorso enorme y por fin la cola cuando se vuelve a zambullir en la profundidad del mar para aparecer más lejos de idéntica manera”.  

También Dabbene describe el resto de la fauna. “Los cormoranes cruzan a menudo de una a otra costa batiendo pesadamente el aire con sus cortas alas, mientras que los albatros y los grandes petreles nos siguen describiendo grandes curvas alrededor del vapor. Rara vez aparecen algunos lobos de dos pelos. Nadan haciendo una serie de zambullidas en forma de tantas ‘S’ verticales. Hubiera sido fácil cazarlos, pero se habrían perdido, pues se van al fondo apenas muertos. Los loberos cazan en tierra sorprendiéndolos y cortándoles la retirada al mar”.

Al llegar a Tekenika fueron a visitar el campamento nativo. Una “quincena de chozas habitadas por un centenar de indios todos pertenecientes a la tribu de los yahganes, que es la que habita estas regiones vecinas al Cabo de Hornos. Nos reciben unos sesenta perros, de todos tamaños y pelos, flacos y hambrientos, con un coro ensordecedor de aulllidos y ladridos que hace imposible entenderse, y algunos atrevidos nos siguen acercando sus hocicos de un modo inquietante por nuestras pantorrillas. Casi todos los wigwams están construidos sobre el mismo tipo, es decir, con ramas clavadas en el suelo y atadas en su extremidad superior, el todo recubierto con hojas, trapos, pieles y tablas, constituyendo el más miserable albergue a donde pueda abrigarse un ser humano” (op.cit.).

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