Los ‘vigilantes’ de las estancias se dedican a exterminar perros
EL 16 DE MARZO DE 1893

Los ‘vigilantes’ de las estancias se dedican a exterminar perros

16/03/2023
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lrededor de esta fecha, el personal armado, dedicado a combatir a los selknam, de la estancia Spring Hill se encuentran abocados a exterminar a los perros de los nativos y a los zorros, que resultaban muy perjudiciales para la implantación de ovinos en las praderas fueguinas.

“Casi todas las noches […] venían los indios y apedreaban las tiendas y las latas. Del mes de diciembre a marzo de 1893, cada día del que pude disponer era ocupado en tratar de limpiar el campo de perros salvajes”. En verano, “siempre había dos y a veces tres hombres […] manteniéndose en contacto con los indios y dejando veneno para perros, zorros; como los perros salvajes disminuían los zorros se volvieron más numerosos”, según la narración del escocés Blain, que trabajó en estancias fueguinas (Alberto Harambour R. El ovejero y el bandido. Trayectorias, cruces y genocidio en dos relatos de viaje británicos en Tierra del Fuego).

El relato del escocés transcurre en momentos en que se desarrolla la sangrienta pugna entre los nativos, por su supervivencia, y los forasteros, ávidos de tierra para la producción ovina. Los estancieros armaban a su personal para la desigual batalla. “Los primeros ‘cazadores’ que menciona se apodaban El Demonio y Búfalo Bill, y habían sido contratados exclusivamente para “despejar” de indios y “limpiar’ de perros”.

Blain narró que la expansión colonial ovina “enfrenta dificultades. De las 6.500 ovejas iniciales había perdido 4.900 para diciembre. Muchas habían muerto en los desembarcos y los selknam se las llevaban por cientos, si creemos en las pérdidas declaradas: ‘cuando robaban las ovejas les rompían las patas traseras a cualquiera que no viajara con rapidez’. Por cierto, que no pretenden convertirse en ovejeros los selknam: es una estrategia de resistencia que produjo que los administradores vieran peligrar la rentabilidad de la colonización y movió a la instalación de nuevos puestos para vigilantes”.

Explica que “Los indios robaban más por venganza”, en “cantidades mucho mayores que las que podían comer, pero nunca trataron de matar a los hombres blancos, salvo en defensa propia”. Es decir, el orden que defiende la narración de Blain está invertido: son los blancos los que atacan para instalar sus ovejas; los indios no actúan por codicia, o flojera: atacan a las ovejas, que constituyen la fuerza de ocupación de su tierra” (Harambour).

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