echada este día, la memoria redactada por el gobernador magallánico Daniel Briceño brega por la promoción del poblamiento de las tierras ribereñas del canal Beagle, tomando como un elemento fundacional el fenómeno migratorio que estaba generando la ‘Fiebre del Oro’ que se manifestaba en esa zona. El plan colonizador ni siquiera menciona la existencia de población originaria, como es el caso de los canoeros del Beagle. Este pueblo milenario se había adaptado a los rigores climáticos y prosperado gracias a la riqueza y diversidad biológica de la confluencia bioceánica.
El gobernador “es el primero en dar a conocer al gobierno lo que sucede en esos territorios, destacando la importancia que tenía el oro como un efectivo agente poblador, pero sin mencionar hasta ese momento la existencia de población originaria (…) Con el objetivo de resguardar los intereses nacionales en esta región, el mismo Briceño proponía un plan, sobre el que casi sin variaciones se planteará la colonización y desarrollo de las Islas en los siguientes ochenta años” (Mateo Martinic. Crónicas de las Tierras del Sur del Canal Beagle. http://www.serindigena.org/libros_digitales/).
El mandatario magallánico sostuvo: “El oro (...) que se encuentra diseminado en los ríos i playas de la Patagonia, Tierra del Fuego i en casi todas las islas adyacentes, fue el poderoso imán que hizo duplicar en el último decenio a la población. Afluyen diariamente de todos partes extranjeros que a la perspectiva de una fortuna fácil i rápida, abandonan sus hogares para ir a arrastrar una miserable existencia en aquellos parajes lejanos i faltos de recursos. (...) si el oro es de beneficio directo para la Colonia, es utilísmo, por otra parte como ajente de inmigración i estímulo para explorar y poblar rejiones vírgenes i casi desconocidas...” (Correspondencia Gobernación de Magallanes 1892, Archivo nacional. Citado por M. Martinic).
Aunque para esa época, los canoeros del Beagle estaban sufriendo una franca declinación de su población, por la notable disminución de la afluencia de lobos marinos –afectados por la depredación de sus colonias en el Atlántico Sur- y por las reiteradas epidemias que diezmaron a la etnia yámana.
Como consecuencia de ello, la Misión Anglicana de Ushuaia había dispuesto su clausura y traslado a las islas Wollaston, donde persistían unos doscientos yámana,
