ste día, en medio de la Guerra de Malvinas, la primera ministra británica Margaret Thatcher escribe una dura respuesta al presidente Ronald Reagan, por su pedido de negociaciones. Pero, no la envía.
El borrador de la carta “muestra el enfoque implacable con el que solía rechazar los intentos de Estados Unidos de llegar a un acuerdo de paz (…): ‘A lo largo de mi administración he tratado de permanecer leal a Estados Unidos como nuestro gran aliado’, escribió. ‘En su mensaje dice que sus sugerencias son fieles a los principios básicos que debemos proteger. Me gustaría que fuera así, pero por desgracia no lo es’. Ese borrador nunca se envió. Sus ministros le convencieron de bajar el tono. Los pasajes estridentes fueron reemplazados con un lenguaje más diplomático” (BBC, 22/3/2013).
La publicación de archivos de la colección personal de la “dama de hierro”, revelan las pugnas internas que existían en el gabinete. Al comenzar la crisis de Malvinas, “varios de los principales dirigentes británicos se mostraron inicialmente escépticos sobre la conveniencia de ir a la guerra”.
Los documentos fueron publicados por la Universidad de Cambridge. “Ahí muestran por primera vez cuán profundamente dividido estaba el partido sobre las Malvinas/Falklands”.
Un parlamentario conservador ha sido citado diciendo que estaban "cometiendo un gran error que va a hacer que Suez se vea como algo de sentido común", refiriéndose a la fracasada intervención militar británica en ese canal, en 1956.
“Otro parlamentario sugería dejar que Argentina se quedara con las Malvinas/Falklands con el menor alboroto posible.
Otros informes expresaban su esperanza de que "nadie piense que vamos a luchar contra los argentinos. Debemos volar algunos barcos, pero más nada".
Entre otras nuevas revelaciones están las notas del discurso de Thatcher ante la Cámara de los Comunes, donde tuvo que explicar “cómo se permitió que sucediera la invasión”.
También se publicaron “interesantes datos nuevos sobre su estado de ánimo en ese momento”. A medida que el combate se hizo más cruento, “comenzaron a llegar sombríos informes de barcos que eran atacados y las inevitables bajas”.
Algunas veces Thatcher no pudo controlar su sufrimiento. Un ex ayudante recuerda que rompió en llanto “al recibir la noticia de que el buque británico Sheffield había sido hundido (…) Le tomó 40 minutos calmarse" (op.cit.).
