ste día, la jefatura policíal de Santa Cruz presenta un informe sobre la conflictividad social en el sur chileno. Esta pesquisa fue requerida por el gobernador Juan Manuel Gregores, luego del estado de alerta que había provocado el regreso y el acto que llevó a cabo Antonio ‘Gallego’ Soto, el líder de la ‘Patagonia Rebelde’.
La cúpula policial informó: “Con caracteres más agudos que nunca, comienza la penetración en nuestro territorio de grandes masas de individuos procedentes de las localidades del Sur de Chile. Como los pasos están controlados del lado argentino y por allí resulta imposible el acceso para individuos indocumentados (…) pasan a través de los alambrados divisorios de la frontera para desparramarse luego hacia el interior, alojándose en numerosos grupos en las estancias del tránsito. Establecimientos (…) donde hasta docena de inmigrantes clandestinos acompañados de caballos y perros, haciéndose fuertes por el mayor número se instalan y ‘tumbean’ durante días, hacen llegar a esta jefatura sus alarmas y temores, no solo por la imposición de tener que mantenerlos, pastoreo de los caballos y daños de los perros a los lanares sino también por el tono en que así lo exigen…” (Miguel Auzoberría, Hugo Huenul, Elida Lueque y Susana Martínez. Historia de la clase obrera en Santa Cruz).
El informe “advertía sobre la situación en el sur chileno, donde la intensa actividad sindical debido a la pérdida de poder adquisitivo del salario hacia presagiar un conflicto entre estancieros y peones”.
Soto se encontraba radicado en Chile, luego de sobrevivir a los fusilamientos masivos de peones de 1921. En julio de 1933, “cruzó la frontera y se hospedó en el Hotel Miramar de Río Gallegos; tomó contacto con algunos excompañeros y preparó un acto con escasa convocatoria. Según el testimonio de Antonio Fernández, recogido por Osvaldo Bayer, Soto dijo en ese acto, con más presencia de policías que de trabajadores, que (…) todo aquel que perdió un hermano, un hijo o un padre en la huelga y que crea que soy culpable, aquí tiene mi pecho, para sacarse el gusto”.
Luego, exhortó a los trabajadores a que se volvieran a reunir en una sociedad obrera sobre bases anarcosindicalistas. “Diez años habían pasado de los hechos y nadie quería recordarlos, mucho menos el gobernador Gregores. Las autoridades deportaron a Soto a Chile” (op.cit.).
Autor: Bernardo Veksler