ste día, “llega a Punta Arenas desde la Isla de los Estados el vapor “Vichuquen” que en dos meses” había capturado “850 pieles de lobos marinos”. A pesar de la existencia de la prohibición que el gobierno argentino había decretado para proteger a la fauna austral, según lo informado por el diario “El Magallanes”, en su edición del día 30 (Revista Impactos N°88).
Los primeros intentos de los gobiernos argentinos de regular la acción depredadora ejercida por europeos y norteamericanos sobre la fauna del Atlántico Sur, se instrumentaron a partir de 1821, “durante la administración de (Bernardino) Rivadavia y el General (Martín) Rodríguez”, se reglamentó “la pesca de anfibios en toda la Costa Patagónica”; y se envió” a esos mares a buques de guerra para hacer efectivo el cobro del “impuesto de cinco pesos por tonelada”. (Sergio Esteban Caviglia. Malvinas: Soberanía, Memoria y Justicia).
Desde 1820 comenzó a actuar la dependencia asentada en Puerto Soledad, cuando Daniel Jewett, a bordo de la fragata “Heroína”, llegó “como coronel de la Marina del Superior Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país” (S. E. Caviglia). En ese momento había unos cincuenta barcos en Malvinas.
Las Provincias Unidas prohibieron a partir de este momento la pesca, la caza y lobería en y alrededor de las islas sin permiso de Buenos Aires. Jewett procedió luego a la detención de las naves dedicadas a la caza ilegal de lobos y ballenas.
En 1828, se otorgó a la autoridad establecida en las islas Malvinas “el derecho exclusivo a la pesca en todas ellas y en las costas del continente al Sur del Rio Negro de Patagones”.
Entre 1920 y 1950, las matanzas realizadas por permisionarios nacionales en el territorio continental (Buenos Aires, Río Negro, Chubut, Santa Cruz) y en la isla Grande de Tierra del Fuego para la obtención de cuero y grasa, estuvieron a punto de hacer desaparecer a esa abundante fauna de las costas argentinas.
Los animales eran muertos a golpes en la cabeza y el hocico con mazos de madera y también con largos palos, los cuales terminaban en forma de gancho. La explotación se realizaba en forma rudimentaria; se extraía la piel, se salaba y la grasa subcutánea se pasaba por calderas para la obtención de aceite. El resto del animal era desaprovechado.