Esa “casta”, esta “casta”: La misma historia
Editorial

Esa “casta”, esta “casta”: La misma historia

Por: Comité Editorial EDFM
24/02/2025
D

e un tiempo a esta parte mucho es lo que se ha venido diciendo sobre el ejercicio de la política, tal y como la hemos conocido al menos del regreso a la democracia a esta parte.

Mucho de lo dicho tiene fundamento, a pesar de lo cual pocos han sido los resultados institucionales que han servido de ejemplo para diferenciar lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto y, fundamentalmente, lo legal de lo delictivo.

Partiendo de una premisa absolutamente verídica como la que establece que siempre resulta más difícil hacer que decir, históricamente la tensión entre los ejecutivos y los legislativos se transformó en un clásico del devenir político-institucional, realidad que, con sus particularidades abarca a prácticamente todos los sistemas de gobierno democráticos del mundo. Una cosa es imaginar una realidad y otra muy distinta es encontrar la forma de concretarla.

La concepción de bandos que por el solo hecho de pertenecer a una u otra ideología se aglutinan para simplemente entorpecer el desarrollo de un plan de gobierno terminan dando lugar a una oposición por la oposición misma, que con encendidos discursos de ocasión promueve soluciones ideales, inaplicables en la realidad, pero que dan contenido a actitudes meramente demagógicas, a punto tal que en la alternancia del poder, los que en un momento tenían la receta de la felicidad, en su turno de gobierno ejecutivo no pudieron, supieron o quisieron aplicarla. Acabada muestra que siempre es más fácil hablar para la tribuna.

Pero adentrándonos un poco más en el esquema del equilibrio de poderes que precisamente la división de estos propone, es donde lamentablemente encontramos uno de los aspectos más deleznables del ejercicio de la política.

La falta de integridad de muchos legisladores para terminar convertidos en cómplices, lamentablemente sin consecuencias legales, de situaciones que por su alcance institucional al menos podrían recibir una revisión política de su parte.

Lo ocurrido en las últimas horas con el fallido intento de constituir una Comisión Investigadora en el Senado por el resonado escándalo cripto-gate es una clara muestra que al final, más allá de los anuncios de vientos de cambio y las sobreactuadas posturas acompañadas de una verborragia exageradas y muchas veces soez, nada parece querer cambiar efectivamente.

Hace relativamente poco tiempo escuchamos de boca del Presidente asegurar que “por la lógica del sistema de elecciones, todavía no tengo la representación en ese nido de ratas que es la Cámara de Diputados y el Congreso de la Nación”.

También seguramente recordaremos eso de que “lo que me molesta solamente es que quieras usar al Estado para imponer cosas”

Y en relación a los degenerados fiscales que votan disparates surge el deseo presidencial “que la dirigencia política abandone sus anteojeras ideológicas e intereses personales y esté a la altura de las circunstancias para poder avanzar rápidamente en los cambios, que el país necesita".

Solo algunos ejemplos de las frases que a poco de andar demuestran lo afirmado anteriormente, la palpable sensación que en realidad nada ha cambiado. Por ahora y a la luz de los acontecimientos, pura espuma.

La “casta” que promovió los mayúsculos desbarajustes de los últimos tiempos, estuvo secundada por sus adláteres (equivalente de “casta legislativa”) que contra viento y marea obstaculizaron sistemáticamente todo intento de investigar, al menos políticamente, a sus “Jefes”.

No tuvimos que esperar demasiado para comprobar que ante una situación que tomó dimensiones galácticas, sobre la que hasta ahora sólo la investigación periodística ha venido arrojando información relevante, esa “casta” no se diferencia en nada de esta “casta”.

A pesar de la afirmación “no tengo nada que ocultar, por lo tanto, puedo hablar tranquilamente”, el oficialismo, sus aliados y sorprendentemente uno de los que otrora no se doblaba bloqueó la posibilidad de demostrar con hechos lo prometido sobre el cambio de época y la batalla cultural con bombos y platillos anunciada.

Eso sí, “que nos investigue la Oficina Anticorrupción, incluido a mí mismo” sostuvo el Presidente, que es lo mismo que a cada uno de nosotros nos investigue nuestra madre. Ahora bien, si no hay nada que ocultar y puede intervenir la oficina anticorrupción, ¿cuál es el problema en no solo dejar, sino promover que la institucionalidad funcione y apoyar la conformación de una comisión investigadora en el Senado?

Pero en esto de la “batalla cultural” hay una postura que resulta aún mas llamativa y que escuchada en diferentes versiones de boca de varios libertarios queda resumida en la afirmación públicamente formulada por el Jefe de Gabinete de la Nación.

Con la tranquilidad que lo caracteriza Franco soltó muy suelto de cuerpo una verdad absoluta: “¿Cuántos escándalos vivimos del kirchnerismo y a nadie se le ocurrió armar una comisión investigadora?

Ahora bien, surge la inquietud si esa afirmación es una crítica a esa “casta” que no quiso reaccionar institucional y políticamente de manera correcta, o un burdo justificativo para que esta “casta” no reaccione institucional y políticamente de manera correcta.

Con la lógica libertaria expresada por Franco, seguiremos sumidos en este esquema de funcionamiento persécula seculorum. Si tu “casta” no actuó correctamente, por qué mi “casta” tendría que hacerlo, argumento que podrá seguir empleándose hasta que la institucionalidad de verdad quiera ocupar el espacio que nunca debería haber perdido.

Y esto último, nos referimos a la importancia que nuestra democracia vuelva al respeto a las instituciones que le dan sustento, no solo lo difundimos, ¡lo promocionamos!, aunque para algunos sea al revés.

 

(*) El Comité Editorial está conformado por un grupo de periodistas de EDFM. El desarrollo editorial está basado en su experiencia, investigación y debates sobre los temas abordados.

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