laro, el silencio también deforesta e impacta. Nadie levantó la voz ante la “Ruta del Atlántico” hacía el Oeste, esa autopista camuflada en camino vecinal que arrasó bosque nativo como si sobrara en los laterales del Monte Susana.
Árboles centenarios al suelo, pájaros carpinteros buscando mudanza y un tendal de especies nativas barridas por las topadoras.
Todo, por supuesto, al ladito de un Parque Nacional que debería ser intocable. Pero tranqui: esto no es destrucción, es “desarrollo urbano sostenible”.