shuaia, ciudad atractivo del “fin del mundo”, sigue apostando a una experiencia turística extrema: recorrer sus calles como si fueran un estacionamiento a cielo abierto. No hace falta trekking ni crampones, basta cruzarse con un micro de gran porte en hora pico para entender el verdadero deporte local, la paciencia. Con una red vial tan angosta y caprichosa como su geografía, la capital fueguina debe soportar la prepotencia de estos gigantes rodantes que, entre giros imposibles y paradas creativas, convierten la circulación en un desafío. La postal se repite, colectivos que ocupan media calle, autos atrapados, bocinazos, y peatones improvisando coreografías para pasar. Mientras el turismo crece, la regulación del tránsito de vehículos turísticos sigue en modo “algún día”. Tal vez sea hora de comenzar a ordenar. Si Ushuaia quiere vender naturaleza, no debería incluir este despropósito como atractivo principal.