a Legislatura de Tierra del Fuego decidió esta vez innovar: en lugar de sesionar, ensayó una performance. Hubo gritos, confusión, reglas interpretadas como sugerencias y un clima general de “sálvese quien pueda”. El mundo del revés, pero con dieta estatal. Bancas que parecían trampolines, discursos que no llegaban a idea y votaciones que daban la sensación de haberse decidido antes, después o nunca. Increíble pero real: la política convertida en sketch, perfecta para alimentar el relato de que todo da lo mismo y nadie sirve para nada.
La antipolítica, agradecida. Porque mientras unos juegan a deliberar patas para arriba, otros miran desde la tribuna y confirman su prejuicio: que hay actores de la democracia que creen que forman parte de un circo y los payasos siempre cobran entrada.