l renombrado politólogo argentino Mario Riorda disertará en Ushuaia sobre "El consenso y los Gobiernos", en el marco de una conferencia organizada por la ONG Participación Ciudadana. La conferencia tendrá lugar el próximo lunes 12 de mayo en instalaciones de la sala de sesiones de la Legislatura, ubicada en el predio de la Base Naval.
El catedrático desarrollará parte de un trabajo recientemente publicado bajo el título "La Construcción del Consenso: gestión de la comunicación gubernamental", en coautoría con Luciano Elizalde y Damián Fernández Pedemonte. Su vida académica transcurre en temáticas de comunicación política, preferentemente gubernamental, en el estudio comparado de los modos en que los gobiernos intentan legitimarse públicamente. Asimismo, paralelo a ello desarrolla una vida profesional, especialmente asesorando a gobiernos y partidos políticos en el ámbito latinoamericano en lo que atañe a estrategias de comunicación. Antes de su presentación en la capital fueguina Mario Riorda dialogó con el diario.
el diario: ¿Qué contenidos verterá en el marco de la charla sobre el consenso y los gobiernos?
Mario Riorda: La idea en la charla es evaluar diferentes casos de la política, en particular del rol de los gobiernos para analizar la dificultad de obtener consenso, pero mucho más la dificultad para mantenerlo. Muchos ven al consenso como una meta, un punto de llegada que no tiene retorno y desde ahí, una vez que llegan a ese punto, pareciera que la misión política ha terminado. Eso es un error fatal. Mantener consenso es tan o más difícil que conseguirlo. Siempre digo, especialmente cada vez que recorro América Latina, que el mejor modo de evaluar a un gobierno es hacerlo cuando estos han terminado. Una de las fuertes características de nuestro continente son los malos desempeños gubernamentales y que un gobierno termine con más imagen positiva que negativa es toda una excepción, por lo menos a nivel presidencial. Aún quienes así terminan, pueden llegar a dilapidar todo el caudal de apoyo que tenían previamente.
Claro que el consenso en política puede tener tantos significados como actores sociales y políticos quieran definirlo. Depende del sistema político del que se trate, del sistema de partidos, del sistema de medios, de la ideología dominante, del desempeño gubernamental actual y del inmediato anterior, de las crisis ocasionales y mucho también del estilo personal y político de los líderes. Esa compleja combinación de factores lo define, le da forma, pero más aún, lo condiciona y limita. Y, al igual que el poder, nunca es absoluto.
e. d.: ¿En el escenario político nacional, puede tomarse como referencia el conflicto estallado entre el Gobierno y el Campo ante la falta de consenso? ¿Yendo al plano internacional otro ejemplo sería el conflicto entre Uruguay y Argentina por la papelera Botnia?
M. R.: Sin ninguna duda. Lo contrario al consenso es la imposición. Uno de los modos -no el único- en que los gobiernos pueden dar muestras del consenso obtenido, es por datos de la opinión pública. Si se analiza el conflicto con el campo específicamente, no hay modo de explicar cómo el gobierno, luego de haber terminado la gestión de Néstor Kirchner con un nivel de aprobación que superaba el 70% a escala nacional -junto a Ricardo Lagos, una de esas raras excepciones de las que hablaba recién-, dilapida esos valores a través del gobierno de la actual presidenta, y en menos de 30 días se convierte en uno -sino el peor- gobierno evaluado de toda América Latina, por debajo incluso de los valores de aceptación de Alan García en Perú, quien bajó casi 30 puntos de aceptación desde que asumió. Muchos decían que esos valores no afectarían la imagen de Kirchner y el modo de acumular poder del actual matrimonio presidencial. A las pruebas me remito: los grandes centros urbanos del país ya tienen un fuerte rechazo hacia la actual gestión del gobierno, hacia sus modos (el descenso es también para Néstor Kirchner) y se han encontrado con un poder -hablo del sector agropecuario- que puede dar cuenta de una territorialización de la que el propio kirchnerismo nunca pudo ostentar seriamente, sino a través de pactos forzados con líderes provinciales de todo color político. También hay que considerar que no debe sobreestimarse la solidez de las alianzas políticas cuando estas no sirven por igual a las dos partes. Las alianzas en donde uno sólo gana, tienden a romperse, especialmente en los sistemas federales y el gobierno deberá tener especial mirada a cómo construyó su poder territorial.
e. d.: ¿La falta de consensos en una sociedad pone en peligro la gobernabilidad?
M. R.: Claro, porque la gobernabilidad se sustenta, al menos en formas democráticas, en el consenso. El miedo es una forma de dotar de consenso (negativo por cierto) y de gobernabilidad, pero es impensable que el miedo sostenga a un gobierno más allá del mediano plazo e insisto, el espíritu del miedo para gobernar no se condice en absoluto con formas republicanas y genera una brutal asimetría, cuando no resignación, entre gobernante y gobernado. El espíritu del miedo mata el espíritu de la ciudadanía.
e. d.: ¿Cómo se construye el consenso?
M. R.: De múltiples modos, pero requiere de condiciones previas ineludibles. El elemento más importante es tener un proyecto de gobierno. No hablo de plataformas, sino que hago referencia a lo que se llama "mito de gobierno", es decir una referencia breve que respeta el pasado y presente de un país, de una provincia, de una ciudad, pero que implica también una conjugación con el devenir futuro, como modo de activar a una sociedad. Hay experiencias internacionales exitosas en toda la historia para dar cuenta de esta exigencia. En general, las sociedades con mayor nivel de desarrollo relativo tienen en cuenta este elemento. Este mito de gobierno puede tener, y de hecho debiera tener siempre una fuerte carga ideológica. Podría decirse que el primer tramo del gobierno de Néstor Kirchner trasuntó por un camino aproximado a esta exigencia. Pero luego, todo ese proyecto de gobierno, que con una híper comunicación presidencial se iba desarrollando, se confundió o empezó a mutar en castigo para quien no lo comprendía o directamente pensase diferente. Claro que cuando uno se intenta diferenciar de actores que tienen poca capacidad de defensa: parte del menemismo "no reconvertido", algunos sectores conservadores de la iglesia, ciertos sectores de los militares, multinacionales que no tienen sede en nuestro país, organismos multilaterales, entre otros, ese método resulta tan eficaz como conservador en su esencia.
Mirek Topolánek, primer ministro conservador de la República Checa, sostiene que un discurso encendido expresa un liderazgo fuerte y cierto es que sus excesos verbales fueron eficaces (con insultos de por medio) para acumular poder. Contextos con duros discursos y cruzadas radicales suelen centrarse en acusaciones mutuas de ser parte de bandos derechistas o izquierdistas sin posturas medias.
Claro que es legítimo y saludable que un gobierno tenga ideología y que la haga explícita. Lo celebro. Pero aún así, yerran los gobiernos que sostienen un discurso encarnizadamente ideológico en cada tema o política pública. La exageración ideológica sin puentes entre los diferentes, la declamación constante de amigos y enemigos ideológicos, puede ser tan efectiva como riesgosa.
Se explica así: aquellos que votan por ideología o por un sentimiento ideológico (los que adhieren a una ideología sin conocer detalladamente muchos de los postulados que ella representa), pueden generar "infidelidad" electoral. ¿Qué significa ello? Que el tema o la política pública puntual, no se corresponda siempre con la preferencia de su ideología. Así, por ejemplo, si el discurso de los derechos humanos es un discurso mucho más utilizado por la izquierda, no implica que no pueda ser muy aceptado por la derecha. O que si el equilibrio fiscal haya sido un concepto más explícito en la derecha, no sea igualmente valorado por electores de izquierda. Dicha infidelidad electoral hace imaginar que no todos los votantes ideologizados están cerrados exclusivamente a apoyar lo que explícitamente su líder ideológico pregona. La cuestión del campo es el ejemplo contemporáneo de este fenómeno y si, el gobierno no reacciona, será pasible de una fuerte infidelidad electoral futura, especialmente en elecciones legislativas y en provincias agropecuarias, incluso sin necesidad de que la oposición se articule a nivel nacional. Si la retórica ideológica es demasiado explícita por cada tema en particular, el consenso -sostenido por la ideología- se va desmembrando gradualmente ante medidas impopulares, aunque éstas tengan fuerte sustento ideológico. Más tarde que nunca, la división resta más que lo que suma.
Por último, Mario Riorda adelantó a este medio que, junto a dos reconocidos politólogos españoles, Ismael Crespo Martínez y Antonio Garrido, el autor está próximo a publicar una obra que se llamará "La conquista del poder: elecciones, campañas y sistemas electorales en América Latina". Asimismo, para el próximo año el autor ambiciona terminar también una investigación y una posterior publicación sobre la comunicación de crisis en los gobiernos y cómo los liderazgos se someten a la presión pública, analizando mucho el caso del Gobierno de De la Rúa.
Una vasta experiencia Mario Riorda es decano de Facultad en Ciencia Política y RR.II., UCC. Asesor en más de 80 procesos electorales. Consultor independiente para gobiernos y partidos, y por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset (España) para América Latina. Dicta asignaturas de postrado sobre temas de comunicación política en 7 países. Miembro del Consejo de Administración de CIPPEC y de la Comisión de la Sociedad Argentina de Análisis Político. |