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or la licenciada
Patricia Caporalín
William Blake decía que llamamos “cuerpo” al pedazo del alma que se percibe con los cinco sentidos. Me gusta esta definición. Freud sostenía, además, que son los poetas quienes mejor expresan lo inconciente, eso que los analistas intentamos descifrar.
Cuerpo sería entonces lo que percibimos como cuerpo. Pues bien, esta posibilidad de percibir el cuerpo, no es algo que traigamos, sino que lo construimos en nuestros primeros años de vida dentro del vínculo con nuestra madre, o quien cumpla dicha función.
Existen personas que no logran percibir su cuerpo sanamente, personas que no pueden captar los mensajes de su cuerpo e integrar los mensajes del cuerpo a pensamientos y afectos. Este tipo de personas privilegian la atención a las demandas del mundo externo, suelen ser absolutamente responsables y muy exigentes en cuanto a su rendimiento, se sobreadaptan a las exigencias de la realidad ambiental sin tener en cuenta sus posibilidades. De ahí que el psicoanalista David Liberman las haya denominado personas que “padecen de cordura”.
Su ideología de vida concuerda mucho con la ideología exitista actual, lo cual los hace aún más peligrosos para sí mismos, porque aparecen como “los triunfadores”, pero veremos que es, precisamente a pesar de ellos mismos.
El tema es que concomitantemente con esa exigencia de ajuste y rendimiento a las demandas del exterior, hay una desconexión con los mensajes del interior emocional y corporal. Confunden ser exigidos con ser queridos o valorados, interpretando los mensajes como ordenes o exigencias a ser cumplidas, expectativas que deben satisfacer, para ser queridos, claro.
Esto plantea incluso una curiosidad en el tratamiento: cuando consultan, se muestran en sus terapias como el paciente perfecto que cumple con todos los supuestos requerimientos del terapeuta que, si no tiene una adecuada formación en el tema, pasará por alto el peligro psicosomático latente.
Otro punto importante en este tipo de personas, es saber que no pueden entender lo que significa el ocio, por lo que suelen incluso, como digo a veces: “trabajar de fin de semana”. Los centros de esquí o los clubes en el norte de nuestro país, suelen estar poblados de personas que no necesariamente están disfrutando un momento de diversión, sino que están cumpliendo un ideal social de éxito a costa de sus cuerpos y mentes fatigadas.
Dicho de otra manera: son personas que no se adaptan a los procesos, no se dan tiempo ni dan tiempo a quienes los rodean, sino que se sobreadaptan: hacen sin pensar en lo que pueden o lo que les cuesta hacer, nunca piensan en el esfuerzo que lleva realizar algo, sencillamente no existe para ellos la noción de respeto al esfuerzo o de “tener ganas”, sino que más bien se manejan con lo que “se debe” solamente.
La respuesta a este tipo de vida será lo que denominamos “protesta somática”, es decir, el cuerpo será quien empiece a poner el límite que la persona no logra ponerse psíquicamente, porque no puede conectarse con los mensajes de su cuerpo para darles cabida, respetándolos, atendiéndolos.
Pero ojo: diferenciemos este tipo de personas de las que tienen dolencias corporales que las llevan a consultar constantemente a los médicos. Lo que hace particularmente peligrosas para sí mismas a este tipo de personas es, precisamente, que como no registran las necesidades de sus cuerpos, no consultan, al menos, por lo que deberían consultar.
Así como ellos mismos desconocen la índole de las emociones ubicadas en el cuerpo, son sujetos que no intentan movilizar a la gente en función de su síntoma, mantienen una actitud de falta de empatía con su enfermedad y su esfuerzo corporal y procuran hacerse exigir incluso por los que los rodean.
Un paciente psicosomático puede hacer una reacción hipocondríaca, pero puede presentar una situación tan paradójica como la del paciente ulceroso que se preocupa hipocondríacamente por una posible transformación cancerosa de su úlcera; se puede dar entonces que viva sin cuidarse adecuadamente la úlcera que sí tiene, pero preocupado hipocondríacamente por el cáncer que no tiene.
La relación de estas personas con su cuerpo, es en términos de rendimiento: lo nutre, lo adorna, lo ejercita, pero no lo integra a su vida emocional, no entiende los sentidos afectivos que pueden tener determinadas manifestaciones que emanan de su cuerpo.
Por ejemplo, son personas que no registran que están estresados, y, si se lo indican, lo sienten como una molestia que hay que eliminar, y no como algo a tener en cuenta y atender: si estoy cansado debería descansar, no tomar algo para eliminar el cansancio y seguir adelante.
Por otro lado, como dije antes, coincide su estilo de vida con un ideal social de rendimiento y de “píldoras para dormir” acompañadas por “píldoras para despertarse o estar enérgico”, con su concomitante versión new age de “yuyito – brebaje para dormir” o “yuyito – brebaje – receta” para estar enérgico.
También tenemos, por supuesto, toda una cantidad de “terapias alternativas” con contenidos siempre dirigidos a “eliminar malos pensamientos”, o “eliminar molestias”. Nada que tenga que ver con asumir y elaborar situaciones aceptándolas dentro de una configuración que le dé sentido con el debido respeto a todas las partes de nuestra vulnerable humanidad, sin tratar de eliminar los sinsabores sino aprendiendo a fortalecernos para que no nos superen, pero incluyéndolos como parte de la vida misma.
El cuadro es complejo, claro, pero no todos lo toman de la misma manera, y los más vulnerables son aquellos que cuentan con una estructura de personalidad moldeada en su infancia con este tipo de perfil de “cordura exigida” que funciona como una bomba de tiempo.
Abordemos entonces la cuestión de cómo fue que se llegó a ello entendiendo cómo fue la configuración vincular en la que se organizó el psiquismo de estas personas, o, dicho sencillamente, cómo fue la crianza de estas personas para que ahora funcionen así, pero mejor en el próximo artículo, así descansamos un poco ¿no?
Especial para El diario del Fin del Mundo –
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