Punto de Vista - El debate político en Tierra del Fuego

Tolerancia cero

09/10/2012
P
or Norman Munch, de la redacción de el diario del Fin del Mundo

“Te pido disculpas, perdonáme, te confundí con uno de ATE de Río Grande que es igual a vos. Así en caliente no me di cuenta”.
Tras golpear en forma artera y cobarde al periodista de EDFM y FM Provincia de Ushuaia –que estaba saliendo al aire cubriendo los incidentes entre un grupo de manifestantes del gremio estatal llegado a Tolhuin desde el norte provincial y el grupo de choque de la Policía fueguina–, el agresor pretendía justificarse y que nuestro colega Marcelo Casanova lo “entendiera”. Algo así como un “no sos vos, soy yo”, de algún teleteatro de horario central. Todo valla de por medio y tras un cordón policial, donde el sujeto, funcionario del flamante Municipio devenido en militante, fue llevado por los suyos tras haber sido presa de la “calentura” del momento.
La lógica patoteril del “pego, después pregunto”, tenía como justificativo que “esos hijos de puta”, los de ATE–Río Grande, “nos vinieron a cagar la fiesta del pueblo”.
La agresión a nuestro compañero de trabajo, junto al enfrentamiento entre sindicalistas y policías y la retahíla de insultos que debió soportar la gobernadora Fabiana Ríos de parte de una afiliada a ATE, son la mancha negra del que quizás fue el día más importante de la historia de Tolhuin.
Paradójicamente, cuando en el recinto de sesiones erigido en el gimnasio de la Escuela Trejo Noel los integrantes de los bloques parlamentarios –que representan a buena parte de los sectores políticos y sociales de la provincia–, destacaban en sus emocionados discursos el trabajo conjunto y los consensos alcanzados para concretar mediante una ley la municipalización de Tolhuin, los tres lamentables hechos antes mencionados refuerzan la idea de que en la clase dirigencial fueguina tiene encarnizado el concepto de “tolerancia cero”. Esa tolerancia cero refleja a su vez la incapacidad de escuchar al otro, de aceptar el disenso como una posibilidad viable, y de aceptar la crítica y la oposición como un elemento más del debate.
Ejemplos sobran. Hay tolerancia cero cuando desde cualquier sector se ataca y se busca denigrar la investidura de la gobernadora, como ocurrió el viernes; cuando un jefe de Gabinete le “sugiere” a los intendentes que vayan previendo un recorte presupuestario cuando la Justicia aún no se pronunció sobre el tema coparticipación; cuando funcionarios y legisladores aumentan sus sueldos y dietas, desoyendo reclamos salariales de trabajadores y el rechazo popular; cuando dirigentes sindicales se muestran intransigentes y descalifican a sus interlocutores, cuando medios y periodistas son objeto de las furias de políticos y funcionarios disconformes con lo publicado u opinado; cuando las patotas de unos y otros intentan hacer callar a alguien por la fuerza; cuando un Gobierno demuestra una llamativa incapacidad para impedir (o consensuar) que 40 ó 50 personas intenten imponer sus reglas de juego en un acto público, y por contrapartida desate una reacción desmedida por medio de su fuerza policial. Y más, mucho más.
Se supone que esa dirigencia política, sindical y social debe garantizar que el diálogo sea la herramienta natural para alcanzar acuerdos y zanjar conflictos.
Sin embargo, el corrimiento de las posturas hacia la intolerancia y muchas veces la falta de interlocutores capaces, atentan contra la apertura y mantenimiento de espacios genuinos de discusión, responsabilidad casi nunca asumida por los actores involucrados.
Gremialistas atropelladores, policías desbocados, manifestantes gaseados y heridos con balas de goma, un periodista golpeado por un funcionario municipal disfrazado de militante y una gobernadora vituperada en una fiesta cívica, quizás sean pura anécdota con el correr de los días. La tolerancia cero, lamentablemente, no lo es, ni parece que vaya a serlo.
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