Recitales de verano

Memorable homenaje al tango

25/01/2015
L
a primera vez le tocó a De Cronopios. Ahora, y sin perder de vista la línea de excelencia que se inauguró el viernes 16 de enero, Rubén Nievas y su equipo de músicos y bailarines presentaron “Homenaje al tango”, un espacio creado para disfrutar de lo mejor de la música porteña.
No podía ser de otra manera. Empezaron con una que sabemos todos, con esa que cualquiera tararea y que más de una vez hemos silbado sin darnos cuenta mientras lavábamos los platos: Libertango. Un bandoneón (Jorge Rodríguez), una guitarra (Daniel Piñero) y un piano (Rubén Nievas) abrieron la noche calurosa avisando, de algún modo, cómo sería el resto de la presentación. Prolija, con firmes melodías y arreglos exquisitos. La escenografía estaba compuesta por un obelisco y la luna, siempre allá arriba, marcando que por alguna misteriosa razón el tango siempre ocurre de noche.
Pasadas las tres canciones, quedó claro quién captaría las sonrisas del público: Kuky Rey, la cantante. Anunció que tocarían obras de distintas épocas y distintos autores; más adelante Rubén Nievas, tecladista y a la vez organizador del evento, me dirá que el Ciclo de Recitales de Verano “busca crear espacios donde la gente pueda contemplar el arte sin intermediarios y encontrarse con cosas concretas que no encontraría en cualquier lugar”.
Y así fue. El tango, al menos en Ushuaia, no es rentable. En Buenos Aires es otro cantar, pero en Ushuaia el tango como género musical no es de los más convocantes. Por eso desde la Secretaría de Cultura decidieron darle un marco a estos artistas que tenían algo para decir desde un lugar poco común.
El recital fue avanzando. Quiero detenerme especialmente en Caserón de Tejas, una canción formidable que Kuky Rey interpretó con maestría. La letra empieza: “barrio de Belgrano, caserón de tejas, ¿te acordás, hermana, de las tibias noches sobre la vereda?”. Casi se me caen las lágrimas de la nostalgia. Por supuesto, prácticamente no conozco el barrio de Belgrano, y mucho menos esas casas de tejas que apenas recordaría mi abuelo. Pero hubo algo especial en esa canción, algo que produce cierta identificación en el espectador. Lo mismo pasa con las letras amorosas, que abundaron esa noche del viernes: historias de amor que no vivimos ni de cerca, pero que escucharlas estremece.
Por eso el arte necesita de la impostura para vivir. Rubén Nievas agregará, más tarde, que “la música es como la actuación, hay que pensar en el contexto del momento que se está interpretando y encontrar el vínculo con lo que se va a decir”. Hay que inventarle recuerdos al público, tiene que sentir historias de amor que nunca vivió. Tal vez de eso se trata el arte y, más específicamente, el tango.
Algo parecido logró el guitarrista Daniel Piñero. En determinado momento la cantante “se olvidó la partitura” y se fue a buscarla detrás del telón. El bandoneonista salió a buscarla, desesperado, y solo quedaron en el escenario Nievas y Piñero, que aprovecharon el espacio de intimidad para interpretar “Cantata a Buenos Aires”, una canción que narra pequeños momentos y lugares de Buenos Aires. Otra vez, recuerdos implantados que producen una felicidad para nada artificial.
Más adelante interpretaron “nadie mejor que vos”, un tango que habla de las peores miserias del argentino. Luego se sumó una canción de desencuentros amorosos en francés y un clásico de Aníbal Troilo, entre otros, para cerrar (y acaso sellar) el encuentro.
Por último, vale decir que hubo una notable presencia narrativa. Por un lado los bailarines, que contaban mediante la danza una historia de desamor, y por otro lado un camino, un sendero en el orden de las canciones que llevaba al público a la conmoción, después al desamor, después a la nostalgia, luego a la indignación y risa, y a lo último a todo eso junto. Si eso no es arte, entonces díganme qué lo es.

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