ste día, los vecinos de Porvenir elevan un petitorio reclamando a las autoridades por la estrechez del predio destinado a esa localidad y por los alambrados de las estancias vecinas que amenazan a la aldea con “perecer ahogada entre alambres de las concesiones ganaderas” (Mateo Martinic B. La Tierra de los Fuegos).
Entre los apellidos firmantes figuran Covacevich, Traslaviña, Durand, Rusovic, Zambelic, Martinovic y Galetovic.
“En Tierra del Fuego donde la carencia de caminos es casi absoluta y la situación de los centros de producción que dan vida a Porvenir se halla entre montañas y desfiladeros, es cuestión capitalísima el que nosotros podamos mantener los centenares de caballos que son el único medio de locomoción con que contamos”, señala el petitorio y pregunta: “¿cómo podremos sostenernos si las dos concesiones o estancias que limitan el pueblo han cerrado los campos?”. La queja se concreta en la ausencia de un “campo para la crianza de animales”.
En otro tramo, el texto expresa: “Nuestros deseos quedarían satisfechos si se agregase a las mil hectáreas de tierra que posee Porvenir en la actualidad (terrenos sin pastos y sin agua) unas seis u ocho mil de campos que darían el forraje necesario. Hasta hoy ha habido abundancia de éste porque las estancias no habían hecho sus cierros; pero en cuanto ha comenzado este trabajo ya se nota el peligro que nos amenaza, la pérdida de nuestros animales”.
En el espíritu de la petición de los colonos estaba la recuperación de las tierras arrendadas a las compañías ganaderas y su redistribución entre los colonos, que llegó a ser un punto de agitación una década después.
La petición obtuvo una respuesta favorable de las autoridades chilenas al disponer “una extensa superficie de campos en la margen norte de la bahía de Porvenir hasta el Estrecho, mensurándose y dividiéndose el terreno en parcelas de entre 10 y 40 hectáreas, las que fueron a su tiempo entregadas a los vecinos más emprendedores (…) Con esta medida se dio comienzo a la agricultura en la Tierra del Fuego ya que los colonos iniciaron con éxito el cultivo de hortalizas y forraje, esto último tanto para la alimentación de la población equina, como para la crianza lechera e incluso para el suministro a las grandes estancias vecinas, con lo que la colonización agrícola vino a constituir un nuevo factor de vigorización para la economía” local (op.cit.).
