ste día, el gobernador Pedro Godoy informa al ministro del Interior sobre un hecho de sangre ocurrido cerca de bahía Thetis, que, según noticias recibidas del subprefecto, daban cuenta del asesinato del marinero uruguayo Luciano Gallardo, desertor del transporte ‘Villarino’, y adjudica su autoría a un grupo de nativos comandado por Seriot, más conocido por el apodo de ‘Capello’.
El gobernador añadió: “Fue asesinado por móvil de robo, se supone, por el indígena de malos antecedentes llamado Capello (...) Supone así mismo, aquel funcionario, que el referido indio, en compañía de varios otros, no es extraño a la muerte del marinero español N. Barón que pertenecía a la tripulación de la fragata inglesa “Duches of Albany” naufragada a inmediaciones del Cabo San Pablo el año pasado” (Enrique Inda. El exterminio de los onas).
Esta denuncia desata la persecución de Seriot y los suyos por parte de la policía bajo las órdenes de Ramón Cortés.
Poco después, Seriot fue acusado de los asesinatos del agrónomo y minero español J. Saint Martin y sus ayudantes.
Al verse hostigado, Seriot buscó refugio en la estancia Harberton, donde se congregaban decenas de nativos para colaborar con las tareas rurales y aprovechando la hospitalidad de la familia Bridges. Pero, su presencia fue delatada, llegando la información a Ushuaia. Desde allí, el comisario Ramón Cortes marchó hacia Harberton con un pelotón de policías.
Al llegar, se dirigieron sigilosamente hacia el campamento y aunque los nativos no contaban con armas como para ofrecer resistencia, los atacaron de manera sorpresiva: “Al instante, uno de los vigilantes, haciendo fuego a quemarropa, hirió de muerte a Capello. Otro de los indios fue preso y el tercero, que intentó escapar, fue baleado”.
El historiador Juan Belza tituló ‘Capelo, el ona guerrillero’ a un capítulo de su libro ‘En la Isla del Fuego’, donde reconstruye su historia. A pesar de esa calificación, se desconoce si su accionar estuvo originado en alguna concepción de resistencia al invasor o motivado por el desencanto que le generaron los vínculos con los blancos.
El selk´nam había tenido una relación cordial como baqueano de Roberto J. Payró y con el subprefecto Luis Fique. El cambio de actitud se habría debido al incumplimiento de éste último de la promesa de cuidado de su pareja, ante su ausencia. Eso despertó la ira del nativo y el inicio de su rebeldía.
