ste día, “asume el Comando Militar de Patagones por decisión del gobierno patrio surgido de la Revolución de Mayo”, que queda a cargo del “capitán Francisco Xavier de Sancho” (Roberto Hosne. Patagonia leyenda y realidad).
Para esa época, la mayoría de los habitantes de la región patagónica eran españoles y estaban dedicados a tareas agrícolas y artesanales. Conformaban “una colectividad cerrada, contraían matrimonios entre primos hermanos o primos segundos, continuaban fieles a la Corona y practicaban celosamente el catolicismo. Eran muy laboriosos y debieron afrontar varios desastres naturales que superaron con un enorme espíritu de sacrificio”.
La vecindad de Carmen de Patagones, prácticamente la única población que subsistía en la región, “era intimidante, ya que virtualmente era un presidio para delincuentes de la peor calaña desterrados de Buenos Aires y la guarnición militar que los custodiaba la integraban soldados de dudosos antecedentes. Luego se sumaron presos políticos confinados por el gobierno criollo”.
Los pobladores; ya sean confinados, sus custodios o dedicados a labores productivas; tenían muy pocas posibilidades de salir de esa localidad porque estaba rodeada por el desierto y la navegación marítima era escasa y muy riesgosa.
“Hubo motines, sublevaciones con escaramuzas que provocaron muertes y ejecuciones y, en ciertos alzamientos, se hizo necesario acudir a refuerzos de Buenos Aires para aplastar a los rebeldes”.
El Comando Patagones tuvo una “sucesión de comandantes ineptos o corruptos”, hasta que “el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, designó a José Gabriel de Oyuela, quien pudo llevar adelante una gestión aceptable. Empezó por efectuar un censo que registró cuatrocientos sesenta y un habitantes, inauguró la primera escuela en agosto de 1821, a un mes de su llegada, en una jornada festiva realzada con salvas de cañones y repiques de campanas. La iniciativa contó con el apoyo del ministro Bernardino Rivadavia, que le envió textos e impresos y ‘todos los que saliesen en adelante, para la ilustración del vecindario’. La escuela se inauguró con treinta y cinco alumnos”.
Luego, Oyuela organizó “el servicio de correos; el de prácticos, para asegurar la navegabilidad del río sorteando los bancos de arena; reglamentó la caza y pesca de ‘elefantes y lobos’ marinos”, prohibiendo la matanza de las crías (op.cit.).
