os concejales de Ushuaia recibieron a integrantes del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), para conocer su mirada respecto de los proyectos que se analizan en el Concejo en torno al desarrollo de huertas.
El jefe de la Extensión Rural Ushuaia del INTA, Fabián Boyeras, y la referente del programa ProHuerta, Kati Pohjola, valoraron el debate que se lleva adelante a nivel legislativo y expusieron la importancia del trabajo conjunto para promover la seguridad alimentaria.
En el ámbito de la comisión, obtuvo predictamen favorable el proyecto de creación del Programa Municipal de Huertas y Granjas de Acceso Comunitario en predios fiscales -del bloque MPF- y la creación del Programa ‘Sembrando Valores-Tu Huerta Agroecológica’ para fomentar las huertas familiares -del bloque Frente de Todos-. Desde el INTA manifestaron su acuerdo con ambas iniciativas.
“El 99 por ciento de los alimentos que consumimos en Tierra del Fuego vienen del continente, y muchas veces desconocemos en qué condiciones”, remarcó Boyeras. Y agregó que “para el INTA es muy importante contar con normativas que apunten a la seguridad alimentaria –dijo-; una articulación con el Estado para reforzar lo que venimos haciendo en el territorio hace muchos años con el ProHuerta”, sostuvo.
A través de este Programa, el INTA brinda a los vecinos, instituciones y agrupaciones todo el asesoramiento necesario para comenzar su huerta; y en el caso del componente granja, les entrega las gallinas ponedoras para uso familiar. Desde el Instituto además, ya se formaron más de 20 idóneos huerteros y se promueve la incorporación de esta capacitación en la formación docente, para el mantenimiento y la continuidad de las huertas escolares.
La referente del ProHuerta, Kati Pohjola, explicó que “fomentamos y acompañamos la huerta familiar, escolar, comunitaria”, y agregó que “son cada vez más las escuelas que quieren desarrollar su propio invernadero o granja, y se necesita un impulso importante con el cargo del maestro huertero”.
Asimismo, “a nivel familiar, es cada vez mayor la demanda de asesoramiento”, indicó, y pidió “el apoyo del Concejo para revisar las normas, porque mucha gente nos cuenta que recibe actas de infracción por la construcción de su invernadero, o se les cobra más impuestos por la superficie cubierta”.
“Sería ideal contar con determinados ‘polos verdes’ en la ciudad, destinados a este tipo de usos –evaluó Pohjola-. Teniendo en cuenta las características del suelo, el cerco perimetral, las dimensiones, la exposición al sol. Por eso celebramos que estas iniciativas se estén tratando en el Concejo”, dijo.
“La huerta comunitaria es, además de una herramienta vinculada a la salud, a la producción, a la alimentación saludable y sustentable –señaló la referente del Programa ProHuerta- generadora de arraigo, un espacio educativo, tiene también uso terapéutico y un componente social muy importante, de trabajo mancomunado que produce bienestar emocional”, sostuvo.
Y agregó “el componente de cuidado ambiental, que también es muy importante, porque se genera una cadena que incluye el compostaje, y la reducción de residuos que van al relleno sanitario”, dijo la referente del INTA. Asimismo indicó que actualmente en la ciudad, “hay huertas en escuelas, en instituciones como la Alcaldía de Mujeres y proyectos incluso en algunos CAPS”, valoró.
La importancia de promover la soberanía alimentaria
La nutricionista Romina Cortes, integrante ‘Usín, Colectivo por la Soberanía Alimentaria y Salud de los territorios de Tierra del Fuego’, también expuso su mirada sobre los proyectos que se analizan en el Concejo Deliberante.
La profesional señaló que “la mayor problemática en torno a la producción de alimentos, deriva de la forma en la que producimos y en la que accedemos a lo que consumimos”.
En ese sentido, repasó los principales factores que indicen en la calidad de los alimentos que llegan a la población: el monocultivo (la producción masiva de una misma especie); la modificación genética para aumentar la producción; el uso de agroquímicos, entre otros. Asimismo expuso la problemática de la explotación de los trabajadores a cargo de los cultivos; que no cuentan con las medidas de protección necesarias para fumigar.
“Otro factor es el hacinamiento de los animales, que están encerrados en condiciones de crueldad, alimentados a base de soja y con el uso de antibióticos para prevenir las enfermedades propias del hacinamiento y engordarlos –expuso Cortes-. Esos antibióticos los vamos consumiendo de a poco nosotros, en la carne, y vamos generando resistencia antibacteriana que nos hace más vulnerable a las patologías”.
La profesional integrante del Colectivo Usín, también reparo en la contaminación del agua y del suelo que se produce como consecuencia de esos procesos productivos; y los daños a la biodiversidad. “El alimento es aquello que nos nutre –explicó-. Es momento de revisar y redefinir si lo que consumimos, realmente es alimento”, remarcó.
“Las huertas comunitarias agroecológicas refuerzan la defensa de la soberanía alimentaria; el derecho de los pueblos a elegir qué consumir, qué producir, cómo hacerlo y cómo distribuirlo”, sostuvo la profesional. Y agregó que “además implica la transmisión de cultura, la protección del ambiente, el cuidado de la salud. Por eso acompañamos este cambio de paradigma que podría generarse a partir de este debate”.
