Bandoleros asaltan el establecimiento de Popper en El Páramo
EL 14 DE OCTUBRE DE 1888

Bandoleros asaltan el establecimiento de Popper en El Páramo

14/10/2020
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ste día, veintiocho bandidos residentes en Punta Arenas avanzan hacia El Páramo y logran superar a las defensas de Julio Popper y asaltar la sede, llevándose 24 mil pesos.
Popper relató el suceso de esta manera: “quedaban tres hombres en Carmen Sylva, dos en la playa y uno, el cabo Antonio Dada, ocupado en la cocina del establecimiento. De repente se vio cercado por diez individuos y el alto de la barranca ocupada por otros dieciocho” (Carlos Pedro Vairo y Francis Gatti. ¡Oro en Tierra del Fuego!).
Al descubrir la débil defensa y la ausencia de efectivos policiales, incluso el comisario de San Sebastián había viajado a Ushuaia, aprovecharon la ocasión para el saqueo: En “menos de diez minutos todo el contenido de la casa se halla revuelto y afuera –continúa Popper-, lonas, carpas y vestidos fueron destrozados a cuchillazos; muebles, camas, aparatos, canaletas y barriles, despedazados a hachazos o arrojados a la playa (…) oro amalgamado, provisiones, monturas, armas y todo artículo de fácil transporte, fue pasado a los salteadores”.
Los hombres de Popper fueron amarrados y advertidos: “Os perdonamos la vida para que contéis a vuestros compañeros y a los gendarmes del Páramo que si no abandonan el establecimiento dentro de ocho días, los degollaremos, y a vosotros, con ellos (…) Algunos minutos más tarde la horda de bandidos se retiraba precipitadamente llevando su rapiña hacia la vecina frontera”.
Popper vivía esos momentos acosado por los salteadores y enfrentado con el gobernador Félix Paz. “Naufragados y varados en un banco, sin botes para salvar la vida, la bodega del buque sin víveres, los tripulantes desmoralizados, asaltados de noche por hordas de salvajes. He aquí la situación del establecimiento del Páramo a fines de 1888. Incomunicados desde hace tiempo, ninguna esperanza en el horizonte marítimo. En los cerros, en los campos, numerosos grupos de invasores amenazaban con un asalto seguro; la mayor parte de los trabajadores cediendo a las constantes amenazas habían abandonado los trabajos (…) amenazados de perder los caballos, que carecían de pasto, con riesgo constante de un asalto nocturno, había que hacer una última tentativa, un último esfuerzo desesperado para rechazar a los invasores del territorio con algún golpe decisivo en el cuartel general de los bandidos, para librarnos del azote que nos sofocaba” (op.cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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