Anne Chapman reanuda su inmersión en la sociedad selknam
EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 1969

Anne Chapman reanuda su inmersión en la sociedad selknam

01/09/2021
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a antropóloga Anne Chapman vuelve a Tierra del Fuego y se concentra en la relación de los selknam con su tierra, “en las estructuras de su sociedad (familia, linaje, estatus, etc.) y en sus prestigiosos vecinos, los haush” (A. Chapman. Fin de un mundo).
Para esta época, acompaña “a Ángela (Loij) y Francisco (Pancho) Minkiol (cuyo abuelo había sido el famoso cazador Kausel) a Buenos Aires y La Plata. A Pancho le gustaba cantar lamentos y recitar expresiones que sabía en selk´nam junto a Ángela y Federico (Echeuline), pero era más joven que los otros y se había criado principalmente entre obreros de origen chileno. Desde hacía años tenía paralizadas las dos piernas debido a haberse caído de un caballo que estaba tratando de domar. Sus amigos de Río Grande tenían la esperanza de que una atención médica especializada pudiera dar algún resultado favorable, o al menos liberarlo de su silla. Pero los exámenes fueron negativos (...) A pesar de todo, tanto él como Ángela se divirtieron paseando por las calles de grandes ciudades”.
Además de ellos, Chapman apoyó su tarea, luego del fallecimiento de Lola Kiepja, en Luis Garibaldi Honte, Segundo Arteaga (ambos “tenían en común el hecho de que, con los años, se habían arraigado en la tradición de sus madres, que eran selk´nam”), Esteban Ishtón (que “también hablaba selk´nam y había sido iniciado en la ceremonia del Hain”, Alfredo Rupatini, Celestino Varela y Armando Calderón.
Meses antes, junto a Ana Montes, Chapman había finalizado la filmación de la “Los Onas. Vida y muerte en Tierra del Fuego” y en su trabajo científico comenzaba a afrontar dificultades e interrogantes: “una descripción etnográfica sería capaz de abarcar una sociedad como la selk´nam, por muy bien documentada que estuviera gracias al padre (Martín) Gusinde. La imaginaba como un edificio de inmensas proporciones, con profundos cimientos, muchas puertas y ventanas, en cuyo interior había amplias avenidas, fogones ardientes y ocultos corredores, y al exterior torres que dominaban un vasto paisaje. Otras veces la veía como un tupido bosque de árboles centenarios de cuyos troncos colgaban arbustos llenos de frutos rojos: un bosque atravesado por un camino en doble sentido: por un lado las mujeres se apresuraban hacia un destino desconocido, y por el otro los hombres, en el sentido contrario, se miraban unos a otros al pasar…” (op.cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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