ldquo;En el parlamento de Tapihue celebrado el 10 de enero de 1825 los representantes de la República de Chile ratificaron expresamente, reconocimiento de la frontera y la soberanía mapuche” (Alberto Sarramone. Orielle-Antoine I. Un rey francés de Araucanía y Patagonia).
En el mismo sentido, los españoles habían llegado a la conclusión “de que los araucanos eran inconquistables y por ello el 6 de enero de 1641 la Corona española celebró con los lonkos mapuches el parlamento de Quillín, que reconoció territorialidad a la nación mapuche y su absoluta independencia entre los ríos Bío-Bío y Toltén. Este tratado tuvo una ratificación en 1655 y posteriormente dos ratificaciones más, por otro tratado llamado de los campos de Negrete, de 1803, al que se agregó el conocido como de Santiago, con la intervención del ilustre capitán general Ambrosio O´Higgins, padre del que sería colibertador de Chile, y los máximos caciques de los cuatro butalmapu de Arauco…” Este concepto “significa para los mapuches las tierras aliadas o Confederación Militar de la Araucanía”.
Este acuerdo del gobierno criollo contradijo lo expresado en el texto constitucional de 1822 (ratificado en 1823, 1828 y 1833), que fijaba el límite austral de Chile en el cabo de Hornos.
No obstante, el río Bío-Bío, tanto los españoles como los chilenos, reconocían “a las autoridades tradicionales de esta etnia como depositarios de la soberanía, cuyo poder se basaba en el derecho consuetudinario que regulaba las relaciones sociales y políticas, y establecían la continuidad de los principios de autoridad y representación
Con posterioridad, el fomento del establecimiento de colonias alemanas en “los territorios de Llanquihue, Osorno y Valdivia (…) desde 1850 fue eficaz, pero no sucedió lo mismo con la incorporación de las vastas provincias de Malleco, Arauco y Cautín, en poder de las tribus mapuches desde su victoria sobre los españoles en 1598”.
Tanto el territorio austral de Chile como el de la Argentina, para mediados del siglo XIX, “tenía interrumpido su dominio territorial en un lugar que se denominaba ‘frontera’, que en nuestro caso daba comienzo a la denominada entonces ‘tierra adentro’ o ‘desierto’. Constituía una verdadera línea de demarcación entre bandos irreconciliables: los conquistadores blancos y esas tribus heroicas (…) por la defensa de su suelo con todas su prevalecientes fuerzas” (op.cit.).
