ste día, desembarcan en Mar del Plata ocho náufragos del barco almacén ‘Wager’ -perteneciente a la escuadra del británico George Anson-, que había encallado en el golfo de Penas, en el Pacífico sur.
La escuadra de Anson estuvo integrada por seis navíos y contaba con una tripulación de 1440 hombres. Al atravesar las aguas cercanas al Cabo de Hornos, sufrieron intensas tormentas que dispersaron a la flota.
La ‘Wager’ continuó su viaje en soledad y, al llegar al golfo de Penas, una gran ola la arrojó “sobre las rocas costeras. Por más de dos horas la nave fue pasando de roca en roca en la más completa oscuridad y en medio de un terrible temporal”, que la fue destruyendo. Una ola “la depositó sobre dos grandes peñascos que la mantuvieron varada en superficie y totalmente estática” (Estudio preliminar de Ricardo Bastida del libro de John Bulkeley y John Cummins. Un viaje a los mares del sur en los años 1740-41).
Luego de semejantes calamidades, los 140 sobrevivientes se instalaron en el lugar, construyeron algunas cabañas y se mantuvieron con las provisiones que pudieron rescatar. Pero, las divergencias y pendencias estuvieron a la orden del día y hubo choques violentos.
Algunos náufragos lograron construir una goleta de unos 15 metros de eslora, que fue nombrada ‘Speedwell’, con la que pretendían llegar a la costa de Brasil. La capacidad era limitada y muchos no pudieron embarcar.
Luego de una tortuosa navegación de varios meses, llegaron a la costa bonaerense. A la altura de cabo Corrientes, el capitán envió a ocho hombres hacia la playa para obtener víveres frescos. Una vez desembarcados, se desató una tormenta que impidió su retorno a la goleta y fueron abandonados por el capitán.
Uno de ellos describió el lugar como “tierra deliciosa” aunque lamentó que solo hubiera “foca hedionda” para comer.
Los sobrevivientes no tuvieron otra opción que adaptarse a la vida en esas playas, que les permitió subsistir gracias a las colonias de lobos y perros salvajes que abundaban por la zona. Fueron los primeros europeos en residir en las playas marplatenses.
Los ocho hombres tuvieron distinta suerte: dos fueron asesinados, otros dos desaparecieron, los cuatro restantes fueron capturados por los nativos. Se sabe que uno terminó siendo vendido como esclavo en Córdoba y los otros tres pudieron llegar a Buenos Aires, previo el pago de un rescate.
