por Fulvio Baschera

La libertad es sólo mía, se prohíben las preguntas

17/04/2023
E

l cambio de paradigmas que el desarrollo de la humanidad ha venido planteando y que en su mayoría han resultado en positivos cambios esencialmente en la forma de relacionarnos, en  la política, entendiendo de manera sucinta a la misma como el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo y otras relaciones de poder entre las personas, se presenta como una materia pendiente.

Sin duda, la historia de la política argentina ha estado marcada por una preocupante involución, el tránsito del partidismo hacia el personalismo.

Al igual que en otras sociedades del mundo, originalmente el sistema político argentino se caracterizaba por una fuerte presencia de partidos que se organizaban en torno a ideologías y programas políticos concretos.

Así surgieron el partido Radical, el partido Justicialista y el partido Socialista entre otros.

Sin embargo, en los últimos años, los partidos políticos han perdido gran parte de su fuerza y representatividad. En su lugar, han surgido líderes políticos centrales que acaparan toda la atención, siguen agendas personales y se presentan como candidatos independientes o como cabezas de listas electorales.

Resumidamente podemos decir que la crisis de las instituciones políticas argentinas se remonta a muchos años atrás, pero en los últimos se ha intensificado debido a diversos factores, entre ellos la pérdida de la capacidad de diálogo y consenso. Esto ha dificultado la cooperación entre los diferentes actores políticos.

Así las cosas, la ciudadanía siente que la política no representa sus intereses. La crisis económica ha generado una mayor desconfianza hacia las instituciones políticas que no han logrado arreglar  los problemas económicos del país y si a este panorama le agregamos el surgimiento de nuevos actores que con supuestas recetas de libro aseguran tener la solución a todos los conflictos que nos aquejan, el panorama se complica aún más.

Surgen los personalismos. Este sistema se caracteriza por presentarnos un aparente fuerte liderazgo individual que busca el poder por encima de cualquier otra consideración. Generalmente el líder político personalista no tiene un programa político claro o una visión definida de cómo mejorar la vida de la población, sino que se presenta como la única solución a los problemas del país.

La historia de la humanidad cuenta con numeroso ejemplos de este tipo de personajes, de las épocas de los monarcas a la de los tiranos democráticos, ninguno realmente virtuoso y muchos menos con final feliz, ni para sus gobernados y mucho menos para ellos mismos pero con un denominador común, el de surgir y llegar a ejercer el poder merced a situaciones de marcado descontento social y de descreimiento en las instituciones. De allí la importancia que como sociedad tengamos la mayor claridad a la hora de evaluar alternativas ya que resulta muy tentador comprar la receta de la teoría perfecta, esa que ofrecen quienes aseguran que la política es la simple y lógica aplicación de las reglas de la aritmética.

Gobernar es mucho más que matemáticas y economía, pero bueno, esa es una apreciación que en todo caso puede ser enriquecida a partir del intercambio de ideas, o fundamentada a través de despejar las dudas que en los no creyentes del dogma del liberalismo como impulsor de la felicidad social lógicamente existen.

Resulta preocupante que algunos políticos eviten enfrentarse a preguntas por parte de la prensa en eventos públicos, máxime cuando estos son convocados precisamente por ellos. Este comportamiento no solo es una falta de respeto hacia los periodistas y su trabajo, sino que también pone en duda la transparencia y la capacidad de estos políticos para rendir cuentas. No es ni más ni menos que una actitud antidemocrática que no hace más que seguir lastimando la salud de nuestras instituciones democráticas. Aunque parezca una burrada tener que explicárselo al máximo referente libertario, de eso se trata la libertad Milei.

De política, subsidiaridad del Estado o de la importancia de los regímenes de promoción hablamos otro día, cuando los libertarios tengan respuestas, porque claro está, los soliloquios son extremadamente aburridos.

 

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