¿La hora del fair play en la política?
Editorial

¿La hora del fair play en la política?

por Fulvio Baschera
19/05/2023
E

l pasado domingo los fueguinos concurrimos a las urnas para ejercer el más importante de los actos ciudadanos que una sociedad organizada puede atravesar, el de elegir gobierno.

Cada referente político, cada candidato que entrevistamos en la oportunidad, no dudó en emplear el latiguillo de destacar la importancia de poder estar desarrollando el proceso electoral en el marco de la celebración de los 40 años de democracia en nuestro País.

Hoy, a 96 horas de culminado los comicios no queda más que iniciar esta reflexión recurriendo al estilo de las necrológicas; con profundo pesar comunicamos que la estrechez de criterio implementada a través del Juzgado Electoral a cargo de la secretaria del organismo, la abogada Mariel Zanini, no solo anuló la voluntad de  casi 3000 ciudadanos que de buena fe ejercieron su voluntad de elegir, sino lo que es más grave aún, hiere con una gravedad imposible de cuantificar la ilusión de contagiar a los miles de desencantados con el funcionamiento del sistema, que la democracia es mejorable y que si bien no es un  régimen perfecto, es el mejor de todos los experimentados por la humanidad como forma de organización social.

Responsabilidades compartidas

Sólo para dar contexto a lo acontecido podemos coincidir que para que cualquier sistema funcione deben acordarse reglas. Estas son las que determinan los parámetros entre los que se van a desarrollar los acontecimientos para que cada uno de los participantes tenga claro lo que puede de lo que no puede hacerse.

Así las cosas, para el caso del proceso electoral se determinó que cada categoría de candidatos iba a estar representada en el cuarto oscuro por boletas de colores distintos.

A la hora de la fiscalización previa, los partidos presentaron las suyas a la Justicia Electoral para que esta las aprobara. Cumplido el trámite sin objeciones, adelante con el proceso.

Ahora bien, si uno o más partidos no lograron completar el 100% de sus boletas en la tonalidad de papel exacta a la requerida en el reglamento, la situación debería haber sido observada por la autoridad competente (léase Justicia Electoral) y, eventualmente subsanada oportunamente.

Si la culpa es de los partidos que se apartaron de la especificación de colores planteada o de la Justicia que no actuó oportunamente para subsanar de manera anticipada el inconveniente es una responsabilidad compartida.

En cualquier caso, este accionar no puede ni debe terminar vulnerando la voluntad del ciudadano que, más allá de los detalles tonales objetables por un inexplicable extremo celo reglamentario, concurrió a cumplir con su derecho/deber cívico enfrentando una vez más la complejidad de un sistema anacrónico.

Los votos recurridos, al menos los de la “cuestión tonal” por definirlos de alguna manera,  independientemente del partido al que pertenecieran completaron un voto válido desde el punto de vista de la buena práctica democrática.

Boletas más o menos amarillas, más o menos amarillo verdoso, identifican claramente la voluntad del elector, que a la postre termina siendo vulnerada por la inobservancia de la regla por parte de unos (léase Partidos Políticos) y la falta de reflejos para actuar de oficio y subsanar anticipadamente, o posteriormente aplicar el criterio que haga prevalecer la expresión ciudadana por parte de otro (léase Justicia Electoral).

¿Será la hora del Fair Play Político?

Entiendo que a la hora de competir quienes lo hacen pretenden obtener el mejor resultado posible.

Ese resultado, sin duda es fruto de las habilidades de quienes participan pero la rivalidad inevitablemente asociada a cualquier competición pasa momentáneamente a un segundo plano cuando la situación lo requiere y entiendo que a la luz de los acontecimientos esta es una de ellas.

Hace tiempo, una noche en Tucumán, las chicas del hockey sobre césped, las Leonas, perdieron 2 a 1 con las alemanas en un partido amistoso que apunta al Mundial de Australia; el gol que sentenció la derrota no fue uno más; en realidad fue gol porque así lo reconoció Sergio Vigil, el DT argentino, que advirtió que la bocha había entrado en el arco y revirtió el error arbitral.

Diego Méntrida, de 21 años, no logró el tercer puesto en el Triatlón de Santander junto a su ídolo Javier Gómez Noya porque dejó pasar a James Teagle tras una equivocación del inglés. El madrileño pensó que no era lícito adelantarlo por un absurdo error. 

La neozelandesa Hamblin y la estadounidense D’Agostino se fueron al suelo al chocar esta última con otra. Lejos de seguir corriendo, la estadounidense ayudó a Hamblin a levantarse para continuar y subsanar de esta forma su error.

Ejemplos del deporte, sí, pero también ejemplos de corrección en la vida. Y la política también es parte de nuestra vida, solo que no nos presenta tantos ejemplos a seguir.

No pretendo cuestionar la tarea de los fiscales partidarios, ya que su misión es la de velar por la observancia de las reglas, pero creo que en beneficio de tender a mejorar un poco la alicaída imagen que la ciudadanía tiene de la política en general y de quienes la ejercen en particular, se impone la aparición de un gesto por parte de la conducción.

No estamos hablando de comicios amañados.

No estamos hablando de fraude en el recuentro de votos.

No estamos hablando de nada de eso.

Estamos hablando de la posibilidad de que el sistema, lisa y llanamente se cague (dicho en latín) en la manifiesta voluntad de casi 3.000 electores.

Lo planteado es una cuestión que a la hora de celebrar precisamente 40 años de Democracia no puede tener diferencias tonales.

Señores dirigentes políticos, no les parece que están ante una inmejorable posibilidad de exigir que aplique el fair play a la política.

No les parece que ante una sociedad ávida de descubrir un sentido a la participación cívica, que a pesar de no encontrar representatividad concurre y manifiesta su descontento llenándole las urnas de votos en blanco, la actual coyuntura les ofrece como referentes del sistema la oportunidad de tener un gesto de auténtica grandeza solicitando se respete a rajatablas la voluntad del electorado, más allá de las conveniencias partidarias.

Aunque quizá a muchos les resulte naif, creo que miles de fueguinos se sentirían honrados de una conducción política que tenga la calidad personal, política e institucional de emular a “Cachito” Vigil y reconocer que la pelota de verdad entró, y que más allá de lo que crea haber visto el árbitro, el gol debe ser validado.

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