ste día, el directorio del flamante ente Vialidad Nacional evalúa un informe de la Comisión Técnica sobre “la adjudicación de 19 obras en la zona patagónica. Todos estos proyectos estaban dados por la reciente sanción de la Ley 11.658 de creación de Vialidad Nacional y, de estos proyectos, uno comprendía a nuestra Tierra del Fuego: el camino Río Grande a Cabo Spíritu Santo” (Conferencia de Oscar Domingo Gutiérrez en el Museo de Ciencias Naturales e Historia. Río Grande, 5/10/1996).
En relación con esa obra proyectada, la única oferente fue “una firma de Buenos Aires la empresa F. H. Schidt que en licitación pública dada el 4 de junio de aquel año requería la suma de $ 147.770,90, comprometiéndose a terminar la tarea en el lapso de 14 meses”.
Esa empresa “ya tenía dos obras en ejecución en la Tierra del fuego, pero no podía afrontar el comienzo de las tareas con el plantel existente, lo que significaba ‘remitir nuevos equipos desde la Capital Federal con el consiguiente recargo en los precios, debido al alto costo de los fletes marítimos y a su transporte hasta el lugar de las obras’”.
Ya los pliegos de condiciones de esa licitación, advertía sobre la utilización de personal de la zona: “En las obras que se han llevado a cabo hasta el presente, dicho propósito no ha tenido efectividad, en razón de que los peones de que se dispone en la Patagonia, extranjeros en su absoluta mayoría, no son prácticos en esta clase de trabajos, y los nativos son muy indolentes y de escaso rendimiento y acostumbran a abandonar la obra a los pocos días o semanas de haber sido dado de alta, como consecuencia del bajo jornal devengado en trabajo a destajo”.
La empresa Schidt para esa misma época estaba participando de la construcción del puente sobre el río Chico y denunciaba las dificultades que se le estaban presentando por las limitaciones en el transporte de diversos materiales. “Conseguimos en toda la región un solo camión, que nos pueda acarrear los materiales con poca regularidad. Además quedaba esta zona sin nafta por espacio de tres semanas, tiempo durante el cual tuvimos que paralizar los transportes por completo. También se había podido empezar los transportes recién después de buscar y formar un camino sobre unos seis kilómetros”.
Las quejas abarcaban también al uso para encofrados de la madera local, que “no reúnen las condiciones para un trabajo prolijo” (op.cit.).
Autor: Bernardo Veksler