lrededor de esta fecha, el periodista José Manuel Eizaguirre –autor de la primera crónica sobre Tierra del Fuego- publica un artículo, en el diario ‘El Río de la Plata’, donde “considera absurdo que los misioneros prediquen en el idioma de los yámanas”. Ve “innecesario dedicarse a catequizar a razas ‘reducidas e inútiles’, por tal motivo no merecerían la atención de los hombres civilizados” y se escandaliza “de ver en las chozas indígenas el retrato de la reina Victoria, por cuya salud debían elevar una oración” (Lucas Potenze. Científicos y religiosos en Tierra del Fuego).
Eizaguirre visitó Ushuaia en 1891 y tuvo una visión crítica de los anglicanos, quienes no habían “hecho verdaderos méritos ante la humanidad ni ante nuestros ojos”. Eizaguirre sostuvo que “la vida de los indios es la misma de siempre, estos cuando no salen a cazar guanacos, cuando no van al monte a cortar leña, permanecen días enteros sentados al lado del fuego que constantemente arde en sus chozas. Las costumbres no se han modificado mayormente y el tipo menos: la vida es con poca diferencia, la antigua”.
Sobre su establecimiento en Ushuaia, consideró: “Han elegido indudablemente el punto pintoresco y seguro y hasta más productivo por el comercio de pieles y de oro, pero no el de más resultados para la humanidad. Las dos razas de yaganes y de alcalufes son reducidas e inútiles, y los misioneros permanecen entre ellos aunque ven que gradualmente van desapareciendo, mientras quedan los Onas del Norte y del Sur, razas fuertes y briosas, abandonadas de todo beneficio civilizador”.
No obstante, exaltó que se respiraba “una atmósfera de hogar. El subdirector, Mr. Lawrence, vive allí con su familia –esposa y cinco hijos-. Es el único hogar civilizado que he visto y que existe en Ushuaia: en el salón de la casa, rodeados de por toda la familia del misionero (…) se olvida uno, por lo menos en el momento de la visita, que se encuentra en latitudes tan antárticas y desiertas”.
Unos años antes, había visitado la misión Louis Fedinand Martial, en 1883, al frente de la Misión al Cabo de Hornos. Martial elogió la labor de los anglicanos y en particular de Bridges, “de carácter enérgico emprendedor” y destacó que “además de la instrucción religiosa, da a los indígenas una educación profesional, capaz de influenciarlos mucho más (…) que los abstractos dogmas de la religión” (op.cit.).