os carteles electorales parecen tener más resistencia que algunas promesas de campaña. Es curioso cómo esa cartelería colorida, que apenas logra captar la atención de los electores durante unas semanas en la vorágine de las elecciones, se transforma en auténticas reliquias decorativas a lo largo de los años. Hoy, esos rostros sonrientes y slogans grandilocuentes son como fantasmas del pasado, recordándonos las esperanzas y los sueños que flotaban en el aire de una Ushuaia donde el aire es, irónicamente, más fresco que la memoria política.
Las calcomanías que alguna vez prometieron un cambio ahora son parte del paisaje urbano, cubiertas de polvo y olvido. En lugar de desaparecer, se han convertido en murales del "no cumplido", donde los candidatos siguen mirándonos desde sus frías imágenes, como si quisieran recordarnos que, tal vez, siempre hay una próxima elección, y con ella, otra oportunidad de ver los mismos carteles y calcomanías que nunca despegan.