ste día, desaparece el conscripto Miguel Ángel Hoyo (Legajo N° 2278), que cumplía con su Servicio Militar Obligatorio en la Base Naval de Ushuaia.
“Bueno, viejo, me faltan diez días”, fue el anuncio que hizo en la carta que envió en la víspera. Luego, comentó que “mañana tenemos una picada como despedida todos los colimbas de mi división”.
Con las primeras luces del día, Hoyo subió al avión que partía hacia Ezeiza. Luego, según la información que pudo recopilar su madre, “subieron dos personas vestidas de civil que lo separaron de los otros conscriptos y en Río Gallegos dos individuos más que lo custodiaron, tal lo que dijeron sus compañeros. El único dato es que el cabo Pérez venía con los conscriptos que habían sido dados de baja”.
Había ingresado al servicio militar el 30 de mayo de 1976. En dos oportunidades concurrió a su domicilio en uso de licencia. El 29 de junio de 1977, un grupo armado se presentó en la casa de sus padres de General Rodríguez, para buscar información sobre sus actividades.
La desaparición de Hoyo, fue una más de las numerosas denuncias de conscriptos secuestrados. Los familiares de las víctimas conformaron una comisión para llevar adelante los reclamos de esclarecimiento y justicia. En un documento difundido, sostuvieron que “a partir del momento en que la jerarquía de las FF.AA. Es la encargada de su guarda, se produce el doble proceso que de manera similar se da en más de 135 denuncias de desaparición forzada de ciudadanos que cumplían el servicio militar; por el estado de indefensión de esos jóvenes, sus captores operaban con todas las facilidades que les ofrecía el dominio de la situación”.
José Luis Rodríguez Diéguez fue otro colimba secuestrado. Prestaba servicios en el Regimiento 21 de Las Lajas, Neuquén. Desapareció cuando se lo trasladaba al Regimiento 25 de Sarmiento, Chubut.
Sus padres recibieron la última carta del joven diciendo: “que había dado pruebas de ser muy buen soldado, que había colaborado mucho en la Compañía, pero que efectivamente yo estaba “marcado” como izquierdista, y por seguridad, se me pedía ese traslado desde el Comando”.
El denominador común de las respuestas oficiales a los padres fue “deserción” y el lapidario anuncio de que los jóvenes de 18 años habían sido dados de baja de la institución.