ué bello el bosque fueguino, la montaña nevada y esos caballos sueltos que parecen salidos de un cuadro costumbrista. Lástima que la “pintoresca escena” ocurre en plena Ruta Nacional 3, camino al Parque Nacional Tierra del Fuego, donde el romanticismo bucólico se convierte en ruleta rusa vial. Décadas de diagnósticos, promesas y tertulias no han logrado responder la pregunta existencial: ¿quién se hace cargo de que los caballos no usen la ruta como living privado? Mientras tanto, los turistas frenan para sacar fotos, los conductores rezan para no estrenar paragolpes nuevo y los animales siguen improvisando peajes equinos sin boleta oficial. Hermoso, sí. Seguro, no tanto. Pero tranquilos: cada invierno vuelve la nieve, cada verano vuelve el turismo y, como los clásicos, cada año vuelven los caballos a recordarnos que el problema sigue exactamente donde lo dejamos… en el medio de la ruta.