na combi hecha chatarra tirada en la calle. Un auto arriba de la vereda, tapando el paso mientras hablamos de accesibilidad. Nadie los toca. Nadie los multa. Es el paisaje argentino: lo prohibido se vuelve costumbre. El peatón esquiva, el vecino se resigna y la autoridad mira para otro lado. La calle deja de ser de todos para ser del más cara dura. No es solo desidia: es una filosofía. Si nadie controla, todo se puede. Así andamos, conviviendo con la mugre y llamándolo normalidad.
Después hablamos de planificación, pero vivimos estacionados en el desgano por el orden público.