l crucero reluce en el muelle de Ushuaia como si posara para una postal de orgullo local: cielos limpios, aguas mansas, montañas que parecen recortadas a mano. Todo perfecto… salvo por un pequeño detalle de 410 millones de dólares que acaba de aparecer a la vuelta de la esquina, del lado chileno.
En Punta Arenas, dicen, ya están desplegando alfombra roja, dragado premium y muelle XXL para tentar a los mismos cruceros que hoy miran a Ushuaia con fidelidad casi romántica.
Y acá entra el viejo refrán, reformulado para tiempos de competencia portuaria: ciudad que se duerme, es cartera. Cartera que se abre, claro, pero en la Patagonia vecina.
Mientras Ushuaia celebra tener más del 80% de las recaladas antárticas, la inversión chilena se relame. No es amenaza, es advertencia diplomática: si la ciudad sigue disfrutando la siesta, los cruceros podrían despertarse en otra cama. Y después, reclamos… pero sin recalada.