legar a las 7.500 ediciones no es sólo un número redondo: es la confirmación de que, contra todo pronóstico, seguimos acá, tercos, curiosos y un poco obsesivos. Cada edición fue una pequeña batalla ganada al cansancio, al caos y a ese algoritmo que todo lo quiere digerido. Es también una celebración silenciosa: 7.500 veces en que alguien del otro lado abrió, leyó, discutió o se indignó con algo que publicamos. Un diálogo sostenido en el tiempo, a veces intenso, otras apenas un guiño.
Hoy miramos ese contador con una mezcla de orgullo y sorpresa, como quien descubre que la constancia también puede ser noticia. Y si 7.500 llegaron, otras tantas ya empiezan a afilarse en el horizonte. Porque todavía hay historias por contar —y ganas de contarlas.