a automovilista dejó el auto atravesado en dos espacios como quien arrastra un conflicto personal con las medidas. No fue un error: fue una declaración.
Porque hay gente que tiene serios problemas para calcular tamaños y vive convencida de que lo suyo es mucho más grande de lo que realmente es. Entonces pasa esto: un vehículo común, tirando a estándar, estacionado como si fuera un transatlántico que necesita amarrar en dos puertos.
No es maldad, es percepción alterada. En su cabeza, ese auto ocupa, impresiona, invade. Achicarlo y meterlo prolijamente en un solo lugar sería aceptar una verdad difícil: que no es para tanto. Así que mejor expandirse, ocupar de más, marcar territorio.
El tamaño, sin embargo, es implacable. Las líneas blancas no juzgan, pero exponen. Y nos recuerdan algo básico de la vida adulta: no importa lo que creas, importa lo que entra. Y acá, claramente, entraba en uno solo.