l desafío de emprender en el extremo austral del país encontró un nuevo capítulo con el proyecto del primer viñedo más austral del mundo, una iniciativa que combina innovación, visión a largo plazo y una lectura precisa del entorno fueguino. El proyecto nació como una idea original de Esteban Abolsky, Gerente General de Arakur, quien imaginó desde hace años la posibilidad de cultivar vid en Ushuaia.
Para dar forma a ese sueño, hace casi cinco años comenzó una investigación profunda liderada por Héctor Abolsky, cuyo Trabajo Final incluyó un estudio integral sobre la viabilidad productiva, logística y agronómica de trasladar la vitivinicultura a un territorio sin antecedentes comparables en Argentina. A partir de ese análisis se impulsaron los primeros ensayos en el predio del Hotel Arakur, donde desde 2023 se evalúa el comportamiento de las plantas y su adaptación al clima fueguino.
Posteriormente, el proyecto amplió su alcance con nuevos ensayos en el predio del Hotel Tolkeyén, ubicado a orillas del Canal Beagle, donde hoy se concentra el desarrollo principal. Allí se experimenta con distintas configuraciones de protección, sistemas de defensa contra heladas —como cables calefactores o aspersión— y plantaciones tanto a intemperie como bajo cubierta.
Además, el seguimiento agronómico está a cargo de Darío González Maldonado, especialista en vitivinicultura de climas fríos, quien monitorea variables como temperatura, viento, radiación, humedad y exposición. Este registro sistemático permite comprender en profundidad qué necesita la vid para completar su ciclo en Ushuaia y cuáles son las condiciones ideales para su evolución.
En este sentido, el viñedo se encuentra en plena etapa de crecimiento y presenta resultados alentadores: muchas plantas ya atravesaron más de un invierno, muestran buena adaptación y avanzan hacia un ciclo cada vez más completo. Aunque aún no se puede hablar de producción —ya que deben observarse frutos aptos para vinificación de manera consistente—, el enfoque del proyecto es cauteloso y responsable, basado siempre en evidencia real y no en proyecciones apresuradas.
Por otra parte, la iniciativa tiene un fuerte valor simbólico y turístico. Un viñedo en el fin del mundo no solo amplía la frontera productiva argentina, sino que también ofrece un atractivo diferencial asociado al paisaje, la identidad del territorio y la singularidad de Ushuaia como origen enológico.
Finalmente, si la evolución de las plantas continúa con la solidez observada hasta ahora, Tierra del Fuego podría convertirse en cuna de un vino único por su latitud, su identidad y su historia. Un emprendimiento que, desde el extremo austral, demuestra cómo la visión y la perseverancia pueden abrir territorios que antes parecían imposibles.
