Adrián De Antueno desempolvó la historia del naufragio del Monte Cervantes
Recuperando el pasado de Ushuaia

Adrián De Antueno desempolvó la historia del naufragio del Monte Cervantes

El crucero naufragó en el Beagle frente a Ushuaia en 1930, y aún yace en las profundidades. Adrián De Antueno escribió un libro sobre la historia del Monte Cervantes. Repasó algunos hitos del increíble suceso.
16/09/2022
A

drián De Antueno, escritor, historiador, médico veterinario pionero en Tierra del Fuego, otra de sus especialidades, la historia del naufragio del transatlántico Monte Cervantes en 1930, en las costas frente a la ciudad de Ushuaia.
De Antueno situó el suceso en el verano de aquel año, en lo que fue el primer viaje del Monte Cervantes inaugurando un recorrido similar al que hoy realizan los cruceros que llegan desde Buenos Aires, Puerto Madryn o Punta Arenas. El barco fue botado en 1927 y ya en su breve historia había tenido algunos accidentes menores, como tropezarse con un iceberg.
Era un crucero de gran porte, de 160 metros de eslora, similar, aunque con otra estética a los cruceros que actualmente surcan nuestro Beagle. Pocos años antes se había hundido el Titanic “por lo que los titulares de la época le habían puesto el Titanic argentino. Estuvo en los titulares a nivel internacional, porque, además, como era el viaje inaugural, venían reporteros y por eso hay mucha documentación fílmica, fotográfica y luego relatos” consignó el historiador en una entrevista radial a FM Master’s.
“Por acá todo pintaba lindo” continuó el relato de aquel 22 de enero de 1930. “Pero al retirarse de Ushuaia para ir a bahía Yendegaia, por donde ya habían pasado al ingresar a Ushuaia viniendo de Punta Arenas, el capitán Teodoro Dreyer, o su práctico Rodolfo Hepe, tomaron la mala decisión de acortar camino y en lugar de ir por el faro Les Eclaireurs, lo hicieron por las islas Despard, cometiendo un error de apreciación marítima”.
Ese error que menciona el experto fue que, cuando llegaron el día anterior, lo hicieron con marea baja, es decir que las rocas, más los cachiyuyos que siempre hay, señalizaban de algún modo el lugar. “Por eso hicieron el recorrido común, pero al regreso, con marea alta, todo eso quedó tapado. Pasaron por ahí y en realidad no pasaron”.
Confirmó De Antueno que el estruendo se escuchó desde Ushuaia, “una gran explosión y además el motor y las hélices que rozaron las rocas, semejante estructura metálica. Según cuentan, el ruido se escuchó desde aquí”.
El capitán una vez que logró sacar el barco de su incómoda posición -colgado, con todo el fondo destrozado- quedó a la deriva. “Por los vientos se empezó a dirigir hacia el Faro, mientras comenzaban a desembarcar”.
En el desembarco cuenta que cometieron otro grueso error, “bajaron seis botes salvavidas sin nadie a bordo, sólo un tripulante. Después empezaron a bajar los botes ya con los náufragos arriba”.
En ese momento de la entrevista, en el estudio radial el operador reprodujo el sonido de la corneta que estaba situada sobre una de las chimeneas del Monte Cervantes. Junto con los silbatos, quedaron en el fondo del mar cercano. Héctor Monsalve, buzo especialista y guía sobre el tema, buceó en esa zona y rescató esos elementos. “Después de 80 años, la volvió a hacer sonar en la casa de la Cultura” recordó De Antueno.
Muchos botes fueron a parar a Punta Segunda, porque allí los llevó el viento. Otros, en donde sí pudieron remar, terminaron en Playa Grande. Mientras, el buque Vicente López, de la flota de la Armada, tuvo protagonismo, “pero tardó muchas horas en encender los motores, que funcionaban a carbón. Muchos fueron rescatados en el Vicente López. Los de Playa Larga vinieron caminando desde allá”, vestidos como se bajaron, mujeres con tacos altos, por ejemplo, como puede verificarse en algunas fotografías.
“Ushuaia era aquella aldea que muchos todavía añoran” reflejó De Antueno, ahora para situar el escenario del rescate. Había 800 habitantes, de los cuales 600 eran presos y personal penitenciario, solo 200 vecinos se repartían en las pocas casas. “Hubo que alojar en ese contexto a 1.200 nuevos habitantes, casi el doble de la población, sin saber por cuánto tiempo”.
El Banco Nación, la iglesia, las casas de familia y el propio presidio, fueron improvisados lugares de alojamiento. Cuenta la historia que los presos donaron su media ración para alimentarlos, aunque queda por revelar si así fue efectivamente, o fue decisión de la dirección carcelaria.
La vorágine de los sobrevivientes del Monte Cervantes duró una semana en Ushuaia. De Antueno añade que “se estableció una gran relación entre los náufragos y los que ellos llamaban salvadores, los que los recogieron en sus casas, les dieron abrigo y comida. Tal es así que muchos de los jóvenes y las familias de Ushuaia, entre ellos los Beban, fueron a vivir a casas de náufragos. Generaciones posteriores se siguieron comunicando”.
Adrián De Antueno compartió la información de algunos de sus familiares de Gualeguay a bordo del Monte Cervantes: “Mis tías Beatriz y Virginia De Antueno. Beatriz era escritora y ella es la que envía, y nos cuenta a nosotros siendo chicos, una carta para los 50 años del naufragio solicitada por el Museo del Fin del Mundo a todos los sobrevivientes. Ella escribe una gran carta, que es la que a mí me inspira para hacer este libro. En esa carta de Beatriz está todo el recorrido”.
Cierra la entrevista De Antueno con el relato del magro destino del capitán Dreyer, a la postre la única víctima fatal del naufragio: “Él vuelve al barco con un oficial suyo, va a su camarote y en ese momento el barco da una vuelta de campana y se hunde definitivamente. El hombre queda adentro. Hace poco se supo por un reportaje al jefe de buzos que encuentra, en el intento de reflotamiento, el único cuerpo que había, que no podía ser otro que el del capitán. Ve en su cabeza, en su calavera, un tiro que se había pegado. También estaba el arma”.

Cuál es tu opinión sobre la nota?
  • Me interesó
    100%
    4 votos
  • No me interesó
    0%
    0 votos